Me levanté realmente cansado. El sueño podía conmigo un día más. Uno como cualquier otro que seguía a su vez a otro anterior. Las noches eran una tortura. Pesadillas, estrés acumulado que sólo hacía que crecer y crecer. Era un no parar de quebrarme la mente.
Debía vestirme y despejarme o llegaría tarde a mi turno.
De camino hacia el laboratorio pasé frente el garden. Solté un alarido sin soltar el volante de mi deportivo descapotable. Ése lugar debía tener algo extraño. Siempre algo sucedía allá enfrente. Por la mañana del mes anterior a trece minutos antes que justo entonces, pasábamos los dos frente allá cuando se atrevió a decirme semejante salvajada. Me dolió todo el cuerpo como si me hubiese dado otra paliza. Y a la vez un mes después, en el mismo exacto punto, me dolía toda la boca por mi poco común problema del periodonto. Tan extraño mi problema como el suyo con su doble personalidad, su agresividad y su ternura.Tal vez castigo por no haber sabido hablar antes. Por no decir nada. Maldito día en que le conocí.
Estaba a punto de llegar. El semáforo que para variar se había puesto rojo justo al tiempo de yo llegar. A ése le seguía otro y otro al segundo, y otro más, y otro. Todos en mi contra. Todo sin más razón que hacerme la vida imposible. De lisa sonrisa sin curva alguna. No podía alegrar más mi cara que con una raya horizontal en mi rostro. En aquel mismo momento debiera haberme atrevido de una vez por todas a dirimir aquella situación, a poner remedio. Pero como sucedía siempre, recurría a recordar los mejores momentos, y hacía que se fuera todo al traste.
Unos kilómetros más lejos y llegaría al laboratorio. Allá al menos tenía mi pequeño núcleo de amistad, de compañerismo, de gente centrada y trabajadora. Estudios prácticos, muy útiles para toda la humanidad. Experimentábamos con monos, probando sedantes, reactivos, y las extrañas conductas que adoptaban al estar en cautividad. Todo por el bien de la humanidad. Las enfermedades no se curan solas sin los científicos.
Y lo que él tenía, eso no lo curaba nadie. Ni habría forma si no nos poníamos en ello. Por eso yo trataba de investigar con reactivos. Era mi especialidad y no me deshacía de la idea de poder lograrlo. Trabajaba con decenas de ellos, con mil esperanzas. Y todo me mostraba algo, fracasase o no. A los dias entendía qué tenian que ver los reactivos con mi vida. Lo último con lo que trabajaba aún no sabía qué explicación darle. Un mineral idiomorfo que volvía lo que le rodeaba con su misma cristalización microscópica.
Y al poco de llegar lo entendí todo. No porqué llegase y siguiera trabajando en ello, sinó por el accidente. Salí despedido con toda la velocidad que había tomado mi deportivo hasta éste escondido prado abandonado lleno de cañota. Coche por un lado, yo por otro. De aquí poco será la tercera noche que pase en la misma postura en este prado sin poder moverme ni hablar. Estoy consciente, pero mi cuerpo no responde. Como los monos.
Él veo que es como mi reactivo. Todo lo que le rodea se vuelve igual que él. Desgraciado y loco.
Espero que vengan a buscarme, porque no soporto más esta hambruna.
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