en este cuarto desplega su liturgia para descansar.
sus manos esculpidas con sincera gracia preparan la trenza hasta su cintura, que a juego con sus curvas componen el aviso de cualquier fisgón.
jaime, subido a un árbol observa con cautela, imita al silencio y la figura de una rama.
no pierde la ilusión, se deleita con maría antes de ir a dormir. es una costumbre que por las mañanas desaparece.
por timidez, por respeto. no desea que eso cambie, quiere ante todo ese momento.
maría en su lecho aparenta despreocupada, hace varios meses que cambió de lugar el espejo.
al girarse hacia adentro, antes de cerrar sus ojos, escudriña por lo lejos la imperfección del reflejo para encontrar aquella rama por la que sueña, y espera que cobre vida de una vez por todas