Entre la amargura del pasado, se impronta la obligación perenne del vivir, seguir viviendo; sobre la incertidumbre de lo que sabemos… en qué lugar despertaré de un diapasón, el enérgico llamado de la aurora de nuestras vidas, el despliegue de los abedules crepusculares, las alegorías manantiales de mi compasión.

El sentir infame de lo que no sé, cada día que pasa se acumula la sensación de desnudez infinita que recorre nuestro actuar, la fragilidad de la existencia se asemeja a la docilidad de la ignominiosa carabela del elixir vital de nuestras horas.

Se nos estremecen las noches desveladas, en un santiamén del camino podemos desperfilar las palabras esbozadas en las disímiles peroratas promulgadas a los oídos atentos a su persuasión.

En su racconto constante percibo lo que no he de ser, prefiero derrapar que ser su funcionario, la hora del que dirán se acabara, la hora de la verdad llegara.

Conocí un utópico, me convertí en uno dellos y cada día somos más.