Estoy cansado, sí; harto de todo esto. Y lo sabrán. Me cansé de tanta labia máscara, de tanta pasiva tolerancia a la imposición más cruel y desmedida; ese andar como si nada entre los despojos de una vida infértil. Búsqueda desesperada de una migaja en un depósito lleno de chatarra.
Ya verán –espectadores- no asistiré esta vez a la función especial para el número de siempre. Rompo la pantalla, esta vez rasgo el velo, y saco a luz mi naturaleza más profunda y primitiva.
Rompo la enmascarada que encubre el desorden más crudo y ordenado, establecido y manejado; saco a refulgir el feroz, el fugaz brillo de mi dentadura aprontando la mordida. Estoy cansado, sí, pero aún tengo la fuerza suficiente para dar el golpe de gracia, el salto ineludible, el grito que precede a la explosión y la estampida.
Me apronto, completo el armamento, reviso el procedimiento. El plan está listo, y el momento no es otro que ahora mismo. Camino al sitio justo, busco los cimientos, el justo origen de todo esto; ahí será el golpe, preciso, insurrecto. No soporto más, y lo sabrán. La acción expansiva los alcanzará como una nube alcanza -a veces- incluso a mojar todo un desierto. Ya no podrán seguir siendo los mismos.
Llego al lugar acordado. Miro alrededor; nadie se fija mayormente en mí. Me agacho, respiro hondo, meto la mano en el bolso y corroboro: todo está perfectamente. Tanteo el piso, lo remuevo, hago un hoyo. Vuelvo la mano al bolso, y la saco llena, un buen puñado pienso, y deposito el contenido en el agujero que apuro a cubrir con la tierra esparcida en los alrededores. Ya falta poco. Me paro, pisoteo velozmente el terreno y me aparto.
Mientras me alejo miro el cielo, las nubes se amontonan, se entrecruzan anunciando una tormenta. Los transeúntes no parecen percatarse, siguen sus rutas rutinarias; apenas si miran las baldosas. Freno en la otra esquina, me volteo. Miro el cielo nuevamente, ya llovizna. Falta poco pienso, casi nada, oigo un trueno en la distancia, y emprendo la marcha nuevamente.
Ya saldrá el sol, los días luminosos ya se acercan. Calzo el bolso al hombro, y me dirijo al próximo objetivo. Voy tranquilo, nadie se fija mayormente en mí. Mi plan es infalible, la vida inevitable. Toda semilla es un explosivo. |