¿Cómo suceden las cosas? ¿Cómo se suceden constantemente los hechos de nuestra vida?, aún aquellos que tal vez no parecen tan trascendentales. Esos pequeños momentos que nos tienen como protagonistas a cada segundo y que muchas veces se convierten en escenas fundamentales de un libreto que no sería lo mismo si eso no se estuviera escribiendo.
La vida nos sorprende a cada paso. Las cosas más insólitas nos pasan, nos atraviesan, nos sumergen en esa mística incomparable que tienen esos acontecimientos únicos e inesperados.
¿Inesperados? Puede ser, aunque quizá siempre esperamos que nos pasen, sólo que no sabemos de que modo. Y será por ese mismo hecho que nos dejan azorados, extraña y hermosamente perdidos en nuestra máquina de pensamientos. Creamos todo tipo de situaciones y hasta a veces recreamos sucesos ya acontecidos y elegimos cómo quisiéramos que se hubieran dado. Porque la realidad nos sorprendió y no nos dio tiempo para pensar en qué decir, en cómo actuar.
Por momentos parece que el mundo se detiene, que nos encontramos solos con nuestros pensamientos y todo a nuestro alrededor se congela, se paraliza, espera que nos dispongamos a darnos cuenta que todo está allí para ser vivido y disfrutado. Y cuando nos encontramos sumergidos en esa especie de ilusión; como flotando en la inmensidad del infinito sin que nada nos toque, sin que nada nos suceda ó afecte en ningún sentido; algo aparece para hacernos volver, aterrizar de cierto modo en esa realidad que conformamos con los demás.
De cierta forma ese aislamiento, esa pérdida del sentido de la temporalidad, se vincula con la desesperanza; o quizá esa ‘mística ilusoria’ paradójicamente es consecuencia de la desilusión. Sí, esa desilusión que se siente al chocar con la vida, esa que no responde a nuestras expectativas.
Esos momentos, como éste, en que nos encontramos solos autoabasteciéndonos con ideas y sentimientos; son quizá nuestro refugio del mundo, de aquello que quizá tememos que no nos guste vivir.
Y ahí, más allá de todo, nos sucede la vida. Como una estrella que cae. Para así darnos otra oportunidad y que nos demos cuenta que la vida (morfológicamente hablando) se nos termina de un momento a otro y si no sabemos aprovecharla mientras se mantiene encendida, se debilita, cae y termina esfumándose.
Dicen que en el túnel donde se pasa de la existencia formal a la muerte se vislumbra una luz que es nuestra esperanza de seguir en ésta vida. De esa misma forma apareciste, hurgando en mis sentidos para que finalmente pueda ver en vos aquella luz que me invita a seguir en su compañía. Salvándome de la soledad. Aterrizando por un momento en la tierra para darme cuenta que ahí estás, esperando que no me apague como las estrellas del cielo. Invitándome a soltarme al delirio de la vida como es, a la magia de vivir sin pensar constantemente en lo que fue y en lo que será.
Me invitás a bajar, a dejar de estar colgada de ilusiones. Me elevás una escalera al cielo en donde me encuentro, desde donde te esperé todo este tiempo. De qué otro modo podría haber sido que te cruzaras en mi camino si no era sintiéndome como flotando en el cielo, siendo una estrella más que acompaña a la Luna. Esa que se refugia en las noches mostrándose con la luz de su amado. Extinguiéndose en la pena de no verlo. Y extasiándose en la alegría de sentirlo dentro suyo en los eclipses. Cómo hubiera logrado que tus ojos se posaran en mí como las mariposas en las flores si tú sólo tienes ojos para ella. Te gustaría ser como el Sol y que ella, tu amada, dependiera tan sólo de ti. Será por eso que envidio tanto a la Luna. Será por eso que quisiera que seas mi Sol.
Llamaste mi atención desde un primer momento (para qué negarlo), como esas cosas que desconocíamos y eran ajenas a nosotros pero paradójicamente sentimos como propias.
Y fuiste entrando en mi vida, como la luz que asoma por mi ventana en un día soleado. Esa que se filtra lentamente hasta taparme el rostro y sumergirme en esa especie de encanto que me lleva a adormecerme. Así como es el éxtasis de la Luna al sentir al Sol.
Ciertamente no lo busqué, nunca imaginé que así sería. Y me alegro sin duda alguna de que así fuera. Me alegro de tenerte en mi vida, aunque no sé bien de que forma. Quizá sea sólo eso, pequeños rayos de sol que cubren mi rostro y me sumergen en el sueño de tu compañía. Quizá es que tu calor me ilumina para invitarme a abrir la ventana y fundirme en tus rayos en la idea de alcanzarte. Quizá... quizá estás a mi lado y fuiste quien corrió las cortinas para que juntos los rayos del sol nos sumerjan en un mismo sueño... Quizá sólo estás esperando que baje la luz para mirarme a los ojos y decirme que tu voz me llama a estar a tu lado porque tu ser te lleva a quererme.
Hay algo en vos que inevitablemente me invita a quererte a mi lado. Quizá es que en cierto modo siento que nos parecemos (parece parte de un relato narcisista pero en definitiva adoro que tengamos cosas en común). Tal vez es que me gustaría compartir muchas cosas con vos y que sería muy feliz haciéndolo. Creo que podría decirte lo que sea y no te molestaría escucharlo.
Locamente creo que vos compartís en parte esto que me pasa, siento que vos de cierto modo sentís lo mismo. Que sentís en mí a la Luna enamorada que por fin miró hacia la Tierra y logró verte con tus ojitos brillantes, con tu sonrisa adorable, con ese rostro sincero, con esa carita de Sol... Aunque tengo miedo que en verdad no sea así y seas tan sólo una ilusión. Aunque quizá seas un angelito que vino a visitarme impulsándome a saltar para volver a vivir la ilusión de que algo hermoso aún está por suceder.
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