24. ASUÉ
Partieron, salieron de Germélion y se encontraron de nuevo en su mundo, parecía muy grisáceo al lado de Germélion. Ante ellos tenían el mar, una oscura noche llegaba y decidieron pararse allí antes de probar a cruzar el mar. A mitad de la noche un ruido despertó a Miranda, pues María sólo podía despertar cuando Regeos se lo permitiera. El mar, que se extendía ante ellas comenzó a hervir, montones de burbujas brotaban de todo el mar, especialmente del delta, Miranda se acercó, y comenzó a recordar su hogar. Cuando era todavía pequeña y se colaba en la cocina y veía a las cocineras preparar su comida. Recordó el agua que hervía en las enormes ollas que darían de comer a todos los habitantes del palacio, recordó el vapor que salía de la olla empañándole la cara. Entonces Miranda se dio cuenta, si había algo realmente raro en esas aguas era que el agua hervía sin emitir ese sofocante vapor que solía desprender el agua. Miranda acercó su mano por encima del inestable agua, para ver si se notaba caliente, pero no notó nada, así que se armó de valor y metió el extremo de su mano y la sacó rápidamente, por si acaso, pero notó el agua fresca, más caliente de lo que estaba aquella tarde, pero sin duda era lo normal, pues por la noche el agua parecía estar más caliente en contraste con el exterior. Así que Miranda, sorprendida, se acercó al delta, donde las burbujas eran más fuertes y se introdujo en él, las burbujas le masajeaban, y el agua tibia le hacía sentir muy bien. Se acercó al centro de donde emanaban la mayor parte de las burbujas, el ruido era muy fuerte. De pronto algo rozó su pierna derecha. En un principio se asustó, pero luego notó que el tocar aquello le había provocado una sensación relajante indescriptible, algo inalcanzable, al menos en ese mundo. Como tomar una fuerte bocanada de aire tras estar un tiempo sin respirar. De pronto las burbujas dejaron de brotar del agua, el mar volvió a la calma, Miranda intentó buscar por el agua aquello que le hizo sentir de aquella manera, pero no lo encontró. Salió del agua y se acercó hacia donde estaba María, movía los ojos, estaba soñando. Miranda, ahora relajada decidió acostarse y dormir.
Al día siguiente María despertó a Miranda, cuando ésta se despertó le dijo que quería hablar con ella, María dijo que también tenía algo que contarle
- Tú primero - dijo María.
- Bien, podemos cruzar el mar tranquilas, no hierve.
- ¿Tú como lo sabes?
- ¿Lo sabías tú? – preguntó Miranda sorprendida
- Era de lo que te quería hablar - dijo María
- ¿Te lo dijo Regeos
- No, le dije que se marchara
- ¿Cómo? ¿Por qué? - dijo Miranda en tono de reproche
- No pude aguantarlo más, discutí con él
- Entonces, estuviste soñando… - dijo Miranda
- Si Regeos accedió a irse es porque Dean ya está preparado para controlar su poder - dijo María a la defensiva
- ¿Entonces cómo sabes lo del mar?
- Creo que me lo quería decir Dean. Tuve un sueño…
- ¡Dean…! ¿qué soñaste? ¿soñaste con el agua? – le interrumpió Miranda bruscamente
- No, no del todo, estaba aquí, pero nadie parecía verme
- ¿Nadie? ¿Había alguna persona más contigo?
- No, no eran personas. No te sabría decir si era un sueño o una pesadilla, pero fue muy real… - dijo María
- ¡Cuéntalo ya!
- El mundo era perfecto, verde, azul, rojizo, dorado, turquesa, diamante, marfil, perla…Todo unido, todo uno, no podrías comprenderlo, porque no lo viste, era hermoso, era como el mundo que ves ahora, pero con unos colores resplandecientes, un silencio sepulcral, solo roto por el cantar de alguna diosa que debía de andar por los bosques que había detrás de mí. El cielo era muy brillante, y en los bosques había árboles de multitud de colores, de pronto la voz cantante cesó, y se escuchó un gran estruendo, una gran humareda se extendía desde una montaña hermosísima que había al otro lado del mar. Recuerdo que vi a Elhené en el cielo. Bueno, a esa distancia era irreconocible, pero yo sabía que era ella. Elhené estaba deformando el mundo, centrándose en aquella montaña. Después todo volvió a la normalidad, únicamente habían aparecido dos cavernas en lo alto de la montaña y una puerta en la parte inferior de la montaña. Entonces miré al cielo, y vi pasar ante mí a todos los dioses, aunque no los podía percibir porque viajaban a gran velocidad, pude reconocerlos, se estaban marchando todos de aquí. Desde aquí parecía un gigantesco haz de luz. Miré atrás, hacia el bosque, y vi el templo de Regeos, mucho más hermoso de lo que nosotras lo vimos, y vi a Elhené y a Titania entrando en él, y luego vi el interior del templo y el espejo, y en él estaba reflejado Regeos, volví mi cabeza, seguía estando aquí, el mar estaba muy inestable, las aguas antes eran como paradisíacas, claras, cristalinas, y se veía un color azul increíblemente hermoso. A lo lejos veía a Sabrina y a Waty, Waty ya se estaba marchando, pero Sabrina se despedía de su hija Úrsula. De pronto un gran disparo de agua salió hacia el cielo, Sabrina se había ido, al igual que el resto de los dioses. Solo se quedaron Unipuma y Minina en sus templos, y Regeos, Elhené, Titania y Úrsula. De pronto el mundo se convirtió en un caos, la viveza de colores del mundo comenzó a bajar, se apagaron todos los colores. Parte del cielo cayó al suelo, y los mares se separaron de la tierra, así como el cielo. Parte de los árboles, la mayoría, murieron, aparecieron zonas oscuras en el mundo, el agua se comenzó a volver de un color más oscuro, y se comenzó a enturbiar, muchos de los seres que habitaban aquellos mundos murieron. Nuestras tribus, además de muchas otras que había próximas a las nuestras, que por entonces eran más perfectas que Germélion mismo, fueron destruidas por el cielo, y sólo sobrevivieron unos pocos que se quedaron a la intemperie, tiempos y poblados que nuestras civilizaciones ya han olvidado. Del cielo llovían bolas de fuego que horadaban la tierra, y después del ataque, nuestro planeta murió. Ahora perdura por que sus sangre sigue caliente en sus venas, pero pronto se enfriará y acabará siendo un simple cadáver del planeta que una vez fue. Y entonces, como si se tratase de animales carroñeros, las dos diosas se comenzaron a alimentar del poder de este planeta. La montaña que, aunque muerta al igual que el resto del planeta, seguía pareciendo viva, comenzó a perder su color hasta quedar completamente blanca. El mar entonces tuvo la suficiente fuerza como para destruir parte de la montaña, y así, la montaña Albina, consiguió la forma que ahora tiene. – María dejó de hablar en ese momento
- ¿Ya está? - preguntó Miranda
- Sí, ahora parece corto, pero me pareció vivir los millones de años que duró aquello
- Entonces, ¿Éste planeta es como un ser vivo que murió hace tiempo?
- Sí, pero comparando la edad de los planetas con la de los humanos, podríamos decir que no lleva mucho más de medio minuto muerto
- Entonces...el mar no hierve, sino que sólo son las burbujas que provoca Úrsula – concluyó Miranda - y…eso es lo que toqué anoche
- ¿Qué tocaste?
- No lo sabría explicar…
- ¿Tocaste a la diosa Úrsula? – dijo María con nerviosismo - ¿Has tocado a una diosa de improvisto?
- Creo que sí
- No deberías haberlo hecho. Ahora siempre notarás ese vacío en tu corazón, yo sólo por haberlo soñado ya añoro aquel sentimiento. Cada dios que veía marcharse, era como si me atravesara el cuerpo con una flecha - dijo María dolorida
- No importa, no es nada comparado a lo que siento desde que se fue… - dijo Miranda, pero no pudo acabar la frase, movió los labios pero éstos no emitieron ningún sonido
- Ya… - dijo María - ¿Te puedo preguntar una cosa?
- Sí - contestó
- ¿Por qué decidiste ayudar a los germ?
- No eres la única que sueña con lo que Dean le quiere decir - dijo Miranda
- ¿Has soñado algo? - preguntó María
- Muchas cosas
- ¿Pero relacionado con los germ?
- No, nada de eso, decidí ayudarles porque ya estaba en nuestro destino… - dijo Miranda
- Pero nosotras no tenemos destino
- Te equivocas, eso nunca se borra - dijo Miranda
- ¿Cómo? - dijo María
- Mira, si un libro decides editarlo en dos tomos, la obra seguiría existiendo como tal, ¿verdad? – explicó Miranda - y si decides editarlo en millones de tomos, ¿seguiría siendo el mismo?
- Supongo que sí
- Bien, pues creo que nosotras sólo lo reducimos a cenizas, a millones de millones de motas de polvo, que si se juntasen, volverían a decir lo mismo
- Eso no es del todo así, - dijo María - su composición no es la misma después de haberse quemado
- Eso no importa, se sigue notando en los colores, en los relieves… - dijo Miranda - De todas formas, no es esa la única posibilidad
- ¿Qué quieres decir?
- También podría ser que aquel no fuera nuestro destino, o incluso que no importara del todo…
- ¿Cómo que no importara? - dijo María
- Claro, quizás nuestro destino ya existe y el libro del destino no sea más que una manera de ponerlo todo por escrito. – reflexionó Miranda - O quizás, sólo hemos borrado nuestro destino, pero el resto de los destinos en los que interferimos nos siguen atando como si tuviéramos uno propio
- Pero, ¿cómo estás tan segura? A lo mejor todo esto son simples sueños sin importancia, dijo María
- Asué
- ¿Qué?
- Asué, así se llamó a la catástrofe que has soñado. Los libros sagrados, prohibidos para ti, lo dicen. Asué, cuando los dioses fueron conducidos por Bakal hacia su mundo, el nuevo mundo que controlaría al resto, el mundo de poder, en el que residen actualmente. Así, al igual que la catástrofe, llamaron al mundo: Asué
- Pero que yo haya soñado eso… - dijo María, y se calló unos instantes para pensar - no sé, los sueños nos pueden engañar, son solo sueños, sabes que sólo pueden sacar a la luz cosas que tienes en tu interior, no veo porqué hemos podido soñar nada…
- María, ¿cuantos pensamientos distintos puedes tener en un segundo?
- No sé, supongo que varios
- ¿Y si cuentas esos que ni siquiera oyes, pero que existen? - dijo Miranda
- Montones - contestó María
- ¿Cuántos segundos has vivido hasta ahora?
- Muchísimos
- Pues imagina que cada uno de esos segundo has pensado montones de cosas – explicó Miranda - ¿Sabes la de sentimientos, ideas, cosas reprimidas, etc, que hay en tu interior listas para salir en tus sueños?
- ¿Qué es lo que soñaste?
- Pergaminos ardiendo sin consumirse, cenizas juntándose en el viento formando la palabra destino, escribir en una hoja y dejar marca en las que vienen detrás, mover libros y ver que las letras seguían en su sitio, leer en nuestros destinos tu muerte y verlos desaparecer, y luego… bueno ya sabes, demasiadas coincidencias. – dijo Miranda - Además, ya sabes que la profecía se cumplió…
- Entonces, según tú, Regeos nos mintió en su templo - dijo María
- Sí, no sé por qué arriesgarse a perder su reputación - dijo pensativa Miranda - ¿Podrías hablar con él?
- En cuanto vuelva a aparecer, pero… hay tantas cosas que me hacen dudar…
- ¿Dudar de qué?
- ¿Cómo cruzaremos este mar? - dijo María y Miranda sonrió
- Haremos lo de siempre, dejaremos que el destino nos sorprenda.
Pasaron varios días junto al río y su desesperación iba en aumento, no sabían cómo cruzar aquel mar inmenso, y las burbujas que surgían aleatoriamente no eran muy confortables.
- Podríamos ir a Germélion a pedir ayuda - propuso Miranda
- No quiero nada de los Germ
- Pero… - dijo Miranda
- Son unos asesinos, ¿te olvidas?
- No, pero parece que tú sí que te olvidaste. Además, somos humanas, ellos no tienen nada en nuestra contra, sólo van contra los dioses
- ¿Te olvidas del motivo de este viaje?
- Recuperar a mi hija…
- …Convirtiéndote en diosa - completó María
- Sí, pero no creo que le den importancia
- Yo no me fiaría de ellos…
- Bueno, pues yo sí voy, si tú no quieres venir… - dijo Miranda mientras avanzaba en dirección a la ciudad
- No, te espero aquí - dijo María rotundamente. Miranda comenzó a acercarse al delta, y un momento antes de llegar al agua cayó al suelo. María se sobresaltó, al principió pensó que era un tropezón y se rió, pero más tarde decidió acercarse a ver qué le había pasado porque no se movía. Cuando llegó, no pudo hacer nada, Miranda estaba muerta.
El cuerpo de Miranda tenía la vista totalmente perdida, no tenía pulso, y notaba cómo su cuerpo estaba totalmente inerte. María recordó las palabras de Regeos “si sabes que tu cuerpo ha sido encontrado y enterrado, y puedes volver a tu mundo en el momento que quieras, ¿no volverías justo en el momento en que te fuiste?”. ¿Acaso Miranda había vuelto en otro tiempo y ella se había quedado sola en este tiempo? era lógico pensar que Miranda volvería en otro tiempo, no querría volver a este tiempo si ya ha muerto aquí. María comenzó a llorar, y no sabía que era lo que debía hacer. No iba a enterrarla allí porque no se merecía aquel entierro, pero tampoco quería dejarla allí, aún así no tenía a donde ir. Si volviera a las tribus Nanditas con el cadáver de Miranda la enterrarían sin dudarlo, pero seguro que la culparían de su muerte. ¿Y si la llevara a las tribus Jurásikas? allí los entierros no son bajo tierra, allí se entierra a la gente en el templo de Alkán.
El templo de Alkán era un gigantesco tronco caído, perforado y moldeado, de forma que dentro hay un laberinto de enormes dimensiones en cuyos extremos se encuentran las criptas para cada persona o grupo de personas. Sólo conocen la salida las cuatro mujeres encargadas de transportar los cuerpos. Son importantes en toda la tribu, pues tienen acceso a todas las riquezas de las tumbas, pero nunca se han apropiado de ninguna de ellas, además conocen cada rincón del laberinto donde muchísimas personas han muerto intentando encontrar la salida. Son unas ebanistas muy habilidosas, decoran cada cripta en función de quien haya sido enterrada en ella. María se preguntaba si los hombres tenían ahora el mismo derecho que las mujeres a ser enterrados allí, pues antes los hombres muertos por las mujeres iban a parar a una especie de gruta subterránea. Se rumoreaba que sólo olían mal los cadáveres masculinos, así que se construyó bajo el río Niuska para airearlo y refrigerarlo. Sólo a los hijos de las reinas y a algunos (muy pocos) padres de reinas, se les permitía ser enterrados en el templo de Alkán, pero todos en una misma cripta muy simple. María cargó con el cadáver de Miranda y se adentró en el bosque, decidió a no seguir con su viaje, era más importante para ella Miranda. Así, María se quedó sin Miranda, sin David, y sin Orly. |