PARTE 4

Siguió contando: le hizo un caminito de granos hasta llegar a la puerta de nuestra cocina. Allí la agarró del cogote, se lo retorció sin darle tiempo a cacareo, pues tenía el buche lleno y sirvió para que viera su fin.
Este fue su relato de donde salio el almuerzo, que degustamos con fruición con beneplácito del esposo y la risa a mandíbula batiente de los hijos. El que ríe primero, ríe dos veces. Nos cerró la historia, va por la oscura navidad que pasé el año pasado.
Aprendan, callen y disfruten.

Pasaron dos, tres, cuatro días, llegó el fin de semana, otro domingo unidos en la mesa familiar. La voz de papá, demandó a mamá:

—Celia, ¿No tienes nada que decir a los hijos?
No entendían nada, al fin buscando palabras les contó:
—Estuvo santiago, el vecino, preguntando por la ponedora y… —les clavó la mirada como buscando culpables, pero no era así, siguió hablándoles con ese tono suave que sabía emplear cuando había que atenuar una noticia desagradable. Le tuve que dar una respuesta y ¿Cuál fue? la misma que recibiera de él, diez meses atrás. No la vio, de seguro así como saltaba para la casa, debía de haber salido por la puerta que dejara abierta al descuido. Esa primera mentirilla de boca de nuestra madre, no les sorprendió, porque les había hecho participe de su acción.
Luego habló Jesús el papá, alegando, jamás toquen lo ajeno, cuiden lo de ustedes, aprendan de está lección que les ha dado su madre y recuerden: a un ladrón, siempre habrá otro que le robe a él.
Hirvió la leche que la madre llevaba adentró respondiéndole:
—A un ladrón cien años de perdón.
—Para el supremo no hay calendarios, Celia —fue la respuesta categórica y rotunda de Jesús.
Esta tete a tete de ambos los marco para la vida.

Esta vez el que la llama es Lucas para avisarle que la perrita se despertó y quería bajarse. Los chicos habían atraído hacía si a los patitos y conversaban lo mansos que eran. Llego Haydeé y Luis que habían ido a comprar un celular para regalárselo a su papá. Ya próximo a su cumpleaños, agradeciendo a todos. Luego hablaría a Roxana y a Nahuel. La hija y el nieto menor que no pudieron asistir, apremiaron a los chicos se alejaron despacio. Para no alterar a las aves y se fueron al coche, para emprender el regreso a casa.
Haydeé preguntó:
—¿Lo pasaron bien?
La abuela Ofelia suspirando pensó: ¡Si supieran! Los nietos respondieron lo suyo a excepción de Lucia de la negación de la abuela y del guardián del lugar de no poder traerse a los patitos más chicos, insistía con su mamá convencida como lo está, ¡Mamá puede todo! la autorización para lograr su deseo , argüía que la abuela podía hacerlo con frutas, la respuesta segura, precisa , concisa fue; no podemos, no son nuestros, no debemos están en su hábitat, nosotros somos intrusos, no queremos porque privamos a otros chicos de disfrutar como ustedes lo hicieron. Entonces ratificó Luis, sería el principio de una indigestión además de un Triste fin para los patitos. Se hizo un prolongado silencio, tratando de procesar esos comentarios que se vieron interrumpidos por los ladridos fastidiosos de Pinki, ¿Habrá creído peligrar su cetro?
Final.