DESENCUENTRO
Ya estabas ahí cuando me mezclé al caudal de esa historia. Mirabas con tus ojos grandes, llenos de brillo e inocencias, cómo el terciopelo se trepaba por las paredes y saltaba a nuestros oídos. De pronto, al vernos, nos sentimos menos solos y más alegres, los cielos y la luna más apocalípticos, y nuestras entrañas más suaves. Jugamos a inspirarnos, a llenar la noche, a dibujar límites silenciosos.
Y entonces vino el miedo, como siempre, tonto. Yo sentí miedo, tú te aterraste. Creíste que jugaba a morir, mientras mi corazón dejaba de latir, mis manos se helaban y mis ojos se opacaban. Creí que te mataba un poco, sin querer, como un niño aplasta insectos, y así era, llenando de toneladas tu pequeño espíritu oscuro.
Ni diez minutos dieléctricos entibiarían mi sangre ahora. |