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Un sabio hizo a las afueras del pueblo una pequeña cabaña de 2.5 por 2.5 la puerta no tenia cerrojos solo un letrero de madera, con letras grabadas que decían "Aquel se ponga el disfraz de pordiosero vivirá en la miseria de por vida".

Los pocos que se atrevieron a entrar a ese lugar pudieron ver el disfraz que colgaba en medio de esa encantadora construcción con una apariencia algo tétrica, hasta con un impresión de como si estuviera dormido, aguardando al portador correcto para hacerle la vida miserable.

El herrero de aquel lugar era muy apreciado por su trabajo. Tenía un hijo que desde niño oía historias continuamente del disfraz y su poder, pero jamás se escucho de alguien que se atreviera a usarlo.

El pequeño solía soñar con grandeza, con poder con tantos tesoros como los que un niño suele soñar solo un niño libre, no de esos que los inducen a ser algo, o pensar de cierta forma el niño creció libre por su madre, que había sido doncella de la reina, pero al casarse ella, fue despedida.

Afortunadamente el herrero que la amo desde siempre se caso con ella, y la mantuvo con amor y respeto. Sin embargo ella había visto más, por eso le contaba esas cosas a su hijo. Era como si lo volviese a vivir su madre murió cuando el tenía 12 años y a los 15 comenzó alardear (o era como lo veía su padre) sobre una grandeza que llevaba en su interior sobre riquezas que tenía que conquistar por reinos que un día iban a admirarle.

Como hijo de un herrero no podía ni si quiera a aspirar a caballero un viejo loco se burló de él. Y le dijo que el seria un pobre diablo que no le alcanzaba su boca para nada de lo que había dicho.

El joven enfurecido le dijo, pues aun con el disfraz de pordiosero mi grandeza es tal dentro de mí, que llegarán riquezas para mí.

Todo eso se quedo como un buen chiste después de 10 años más, los suficientes como para que el joven creciera y se hiciera hombre. Abrazó a su padre y le dejó su padre desilusionado entristeció en demasía. El joven camino a las afueras del bosque con el porte erguido y con una mirada tranquila llego a la pequeña cabaña, abrió despreocupado la puerta, y se visto a puerta cerrada. Y salió con el disfraz puesto.

Al llegar al pueblo la gente lo veía con cierto desprecio. Con rostros despectivos los saludaban por ahí y por halla. El tan solo movía la cabeza y sonreía, pues esperaba algo así.

Después de un entretenido paseo por las calles de la cuidad decidió regresar a casa. Atravesó las últimas casas cuando comenzó a ver el atardecer. Tenía que apresurar para llegarte de que cayera la noche.

Cuando entró a su casa tenía una risa en la cara porque estaba recordando todo lo que le había recurrido. Y en ese instante se le olvidó que traía el disfraz. Cuando su padre lo vio se paró de manera sobresaltada, lo cual le confundió por unos segundo. De momento se dio cuenta del disfraz pero esperaba la reacción de su papá. Pero lo que dijo lo inquieto demasiado – Que desea buen hombre. Me temo que no tengo ni comida ni nada que ofrecerle. Mi hijo llegará seguramente en breve y tampoco le puedo ofrecer donde dormir.

Lo que acababa de oír lo estremeció. Tenía que estar bromeando, pero su padre era solemne, jamás había hecho una bruma y nunca lo había visto reír. Sus palabras lo aturdieron tanto que no pudo imaginar que decir. Pero entonces su padre se habló mucho más alterado –Le ruego que salga de inmediato. Ya le he dicho que no tengo nada para usted, soy un pobre herrero. Salga ya.

Entonces el joven de estremeció. Comenzó a sentir una sensación que le dejó consternado. Por un instante no podía creer lo que había oído. A caso esta era la maldición del disfraz? Quería decir, padre ¿qué no me ves? Soy tu hijo, es tan solo un disfraz. Pero sentía un dolor en el pecho que casi no lo dejaba respirar. Trató de decir algo, ni si quiera podía articular una frase en su mente. De momento su padre lo sorprendió y se fue sobre de él –¡Salga ya! Cerró la puerta en su cara.

Sin darse cuenta estaba afuera de su casa. La noche lo rodeaba. No sabía que hacer. Su padre no lo había reconocido. En su mente había tanta confusión. Lo único que pudo hacer de manera inmediata fue llorar. Estaba frustrado y alterado. Sentía como la sangre corría en sus cuerpo y pensamientos eran mil por uno. Y después de 10 minutos se sintió como si le quitarán las fuerzas del cuerpo. Se sentía consternado y aun con lagrimas en el rostro. Y así duró casi una hora, parado esperando a que todo fuese un error que su padre abriera y le dijera hijo entra. Sentía la impotencia que jamás experimentó.

Realmente no estaba seguro de como paso después de eso camino sin rumbo y llego a un árbol que parecía abrazarlo se quedo dormido con la angustia que apretaba su pecho. Durmió y siguió soñando cosas terribles, así que al despertar se sintió cansado, fatigado, adolorido, enfermo. Apenas daba crédito a lo que había ocurrido, era como si le hubiesen borrado los últimos momentos de su existencia.

Y de un salto todo lo ocurrido el día anterior vino sobre el como un gran bloque de hielo, lo lastimo profundamente. Hizo una pequeña reflexión con lo poco de energía que le quedaba la gente lo miraba de esa manera porque no sabían quien era. Eso significaban las miradas de desprecio, un extraño, un vagabundo cualquiera, nadie sabría quien era entonces trato de pensar, que iba a hacer... no podía permanecer así para siempre hiendo durmiendo en árboles y arriesgarse a morir en el invierno.

Nadie podía resistir a intemperie el invierno, ni el hombre mas fuerte. El seria una presa fácil para cualquier animal hambriento. Estaba en peligro de morir. Pero lo que realmente le preocupaba es que moriría siendo exactamente lo que el había detestado realmente, cumpliendo la maldición, siendo un miserable no lo podía permitir.

En su mente regresaban imágenes fugaces de su madre sonriendo, aun antes de morir. No podía permitirse perder la partida sin jugar. Sentía dolor, sentía tristeza, pero si iba a morir iba a ser siendo tan grande como se lo había prometido.

Con lentitud llegó al pueblo. Ni si quiera intento llegar a su casa. No después de lo que pasó con su padre. No tenia mas ropa y volver por la suya le parecía muy cobarde, aun cuando en realidad lo anhelaba con todas sus fuerzas. Pero se dijo así mismo. No, probaré que no es cierto, porque no lo es...

Al llegar al pueblo miró a todos lados. Ese día se permitió ser ocioso, solo observar, dejar que lo criticaran tanto como la gente quisiera. Pensó que era lo mejor, para que así se acostumbraran a el y pudiera ganarse, tal vez no su confían, pero si un poco de compasión, porque después de dos días sin comer moría de hambre. Tenía que hacer algo antes de que se quedara sin fuerzas.

De momento un panadero necesito ayuda con el molino, se acerco diciendo -no le pido dinero, y si quiere despídame, pero si bien puede aceptarme, quisiera ayudarlo por un poco de pan.

El panadero era noble, vio al hombre y le dio la oportunidad de hacer el trabajo y después el pan.

La primera tarde que en verdad disfrutaba un pan y un poco de agua, era una delicia. Disfruto cada trozo, aun cada migaja. Se sintió revitalizado y tal vez en el fondo un poco feliz. Pero sabia que tenía que seguir.

¿Cuantos pasos se pueden dar antes de cansarse, o sentir que no debes seguir? El pensó, ninguno, a partir de hoy al día siguiente, y todos aquellos instantes de mi vida servirán como ejemplo de lucha.

También me duele, el cuerpo, igual que a cualquiera después de horas de trabajo. Debo oler a porquería, no me he bañando ni cambiado en días semanas, meses han pasado después de aquel disfraz he alimentado puercos, arando ganado, cargando como buey; de un trabajo a otro, -¿que mas puedo perder? no parece a ver gran cambio, aunque la gente ya se acostumbró a mí nadie me reconoce, ni mi mejor amigo aparentemente se casó. Mi padre, no he visto a mi padre. Siempre llegaba al pueblo a repartir su mecánica pequeña no he sabido nada de el, y eso me parte el alma. Estará vivo, estará bien, me habrá olvidado? No puedo darme el lujo de seguir triste, debo seguir...una buena mujer me ha dejado dormir con sus animales. Es gracioso, pero no creo que huelan peor que yo. Es una mujer bastante novel, muy vieja, pero seguramente fue hermosa en su juventud nadie quiere platicar conmigo. seguro no les doy confianza. ¿pensarán que estoy loco?

Yo mismo dudo que esto sea cierto, a veces quisiera creer que cuando abra los ojos estaré otra vez en la casa de mi padre y todo será como antes pero mis ojos se abren y no es así.

En el pueblo se escucharon trompetas. El rey haría una marcha. como siempre caprichosa. Un rey como el no pide permiso ni se detiene por nada ni nadie.

El no recordaba la ultima vez que vio una marcha real, pues acostumbraba a pasear todo el día con sus amigos, cuando no estaba ayudando a su padre.

Todos se arrodillaron. El no, tenia plena carga en el lomo, justo al pasar el rey la dejo caer sin tiempo de inclinarse ni nada. El soberano volteo desde su caballo, miró al miserable muchacho, se detuvo y primero con una mirada feroz pero al instante sonrió y de nada hecho una carcajada.

-te ves horrible muchacho. No me imagino a un hombre peor vestido que tu. Pero debo confesarte que no había reído así en años. Decía esto mientras se secaba las lagrimas de los ojos -ven a palacio, serás mi bufón.

Pasó en el palacio la peor humillación de un hombre, servir de burla a otro hombre pero como se lo había propuesto no iba a regresar a tras, y nada lo iba a doblegar. Fue el mejor bufón que nadie podía pedir e hizo a su rey feliz, al ser feliz. Era mas amable con sus súbditos, sirvió para que muchos tuvieran favores del rey. Tierras, disminuir tributos del mes, perdonar sentencias de muerte. Pero lo que él no veía es que atrás del trono, casi escondida miraba de la princesa. La mas rara y triste de sus hijas.

La muchacha jamás reía, ni un poco a ni si quiera sus mejores actuaciones le sacaban la mas mínima sonrisa. Pero si cautivaban su atención.

Los años pasaron, y el rey envejeció ahora el buen bufón era su mejor amigo, con quien compartía sus preocupaciones, ya no solo le servía para reír. Como no tenía un hijo, y si su hija no se casó, alguien lucharía por la corona y su legado desaparecería.

Como buen padre se preocupaba por su hija y si no se llegaba a casar padecería el destino que el nuevo rey deseara. -el destino es caprichoso, hice de un mendigo mi bufón, y mi bufón se convirtió en mi mejor amigo...

Antes de morir, muchos hombres habían ido a presentarse al rey y a su hija pero ninguno le parecía de su agrado. Lo que nadie sabia es que ella le había entregado su corazón a alguien más, desde aquel brillo de sus ojos ante el rey. Tenía años enamorada en silencio de él. No elegiría a otro hombre para compartir su vida sino a él.

Cuando murió su padre la princesa se encerró con él y lloró todo el día. Cuando salió todos esperaron que se manifestara la timidez que había demostrado todos sus años de vida, pero se había derrumbado. Salió solemne. Su rostro en alto, aun con sus ojos rojos e hinchados su mirada era severa, poderosa.

Cuando nadie la miró más, salió corriendo hasta llegar a las puertas del bufón real.

Ni si quiera toco la puerta, entró y el joven se levantó de un salto y cuando abrió los ojos ya tenía el rostro de la princesa sumamente cerca de él. Estaba agitada y no podía decir ni una sola palabra.

El estaba inmóvil, no haría nada, ni si quiera sabía que estaba haciendo en su habitación sentada en su cama.

Cuando por fin pudo decir con voz jadeante -Te haré mi rey... solo te pido una cosa... ámame.

Al día siguiente se anunció las bodas de la princesa con un desconocido. Nadie se enteraría que el era el bufón, el pordiosero. A el no le avergonzaba en absoluto, era más bien cuestión de control. Por primera vez en años se quitaría el disfraz.

Prenda por prenda, sintió como si limpiara su piel y fuese un hombre nuevo. Como si le quitaran las escamas de su piel. Fue un instante lento y doloroso. Como si hubiesen sido esclavas muy gruesas, pesadas y encarnadas

Esa era la ropa del rey sobre su nueva cama, en una alcoba mucho más grande y hermosa. Sonrió y pensó en su madre, ella siempre lo supo. Luego en su padre, por primera vez se acordaba que no sabía nada sobre él, y le abordó una gran angustia.

Después de la boda, el rey salió de paseo, sin su esposa. Llegó a un lugar pequeño y rústico, una cabaña tan vieja que parecía abandonada. En ese instante pensó que había llegado tarde y comenzó a llorar.

Cuando abrió la puerta con lentitud y escuchando como una melodía triste cada rechinido que provenía de ella. Había adentro un anciano, que estaba esquelético y con los cabellos crecidos, con barbas largas y blancas.
-quien anda ahí?
Se acerco con lentitud, pensó. No me reconoce por la corona, por la capa, las tiro en la entrada. Siguió caminado. con los ojos empapados -quien eres extraño? yo soy un pobre anciano, no tengo dinero, ni comida que ofrécete.
Hasta estar frente a el por fin pudo decir lo que un tiempo atrás no tenía fuerzas para hacerlo -soy yo padre. ¿no me reconoces?

El hombre se sobre salto, abrió grande los ojos, con sus manos lo tocó con desesperación. Comenzó a llorar, y de la emoción con un poco de atropellos pudo decir - hijo, en verdad eres tu? No te veo, no te veo, estoy ciego.

Esa era la razón por la cual no lo reconociera ese día, no era el disfraz. Su papá poco a poco fue perdiendo la vista. Y para entonces ya estaba muy desarrollado su mal.

Serian cuestiones de suerte, de fortuna, de un plan más allá de lo natural Hizo traer a su anciano padre al palacio y su esposa lo trato como a su propio padre murió.

Poco tiempo después volvió al inicio de todo. estaba enfrente de la cabaña que estaba desbaratada y tardo dos días en repararla. Esta vez hizo grabar con acero una leyenda

“He aquí el disfraz maldito. La maldición es opcional”

Su heredero supo toda la historia, pero su nieto ya no...

Solo a veces sonaba un rumor de que un mendigo se convirtió en rey aunque en verdad, solo fue mendigo una noche.

FIN



Texto agregado el 02-11-2009, y leído por 261 visitantes. (2 votos)


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