From: abulon@rigel.com
To: jorgelb@bdomeq.com)
Subject: El Edificio
Date: Fri, 30 Oct 2009 07:45:21 -0300
Estimado Jorge.
Inventando falsos trámites por realizar en los subsuelos del Edificio, he descubierto nuevos pasajes debajo del Cuerpo Central; he descendido a insondables salas que no figuran en los planos y que no podrían tampoco relevarse porque parecen estar una dentro de otra como cajas chinas. He escuchado caídas de agua hacia la oscura profundidad que no parecen provenir de cañerías rotas sino más bien de canales o ríos subterráneos. Pero lo que más me ha sorprendido es el extraño olor que se siente mientras más se baja. No puedo describírselo porque no parece de ninguna sustancia conocida. Los incontables libros regados en varios tramos de los pasillos parecen emanarlo por lo que he pensado que están hechos de algo que no es papel o por lo menos no del papel que conocemos. Los anaqueles están desbordados de volúmenes y mientras más he bajado, más desordenados los he encontrado. Parece que alguien los revisa periódicamente y además entiende el idioma en que están escritos. Ese alguien no viene desde arriba como yo, sino que parece subir de vez en cuando a consultar las estanterías. Quien quiera que sea, deja restos de comida, lo que me hace pensar que permanece mucho tiempo en estos niveles del subsuelo. Lo que come no he podido precisarlo y tampoco me animo a probarlo. El visitante, que acabo de descubrir que está haciendo lo mismo que yo, no parece necesitar luz para leer y los sótanos tampoco tienen fuentes de iluminación artificial a la vista. Quien construyó el edificio, al menos en sus fundaciones, no pensó en la energía eléctrica.
En el noveno sótano, donde las escaleras desaparecen y solo existen rampas, he encontrado una edición de la Enciclopaedia Britannica, donde en la J descubrí su e-mail y por supuesto, el mío en la A. Esto no sería extraño si no fuera que están incluidos en una edición de mediados del S XIX; pero recordará mi amigo que tiempo y espacio nunca tienen direcciones precisas. Mi sorpresa y ahora la suya no terminan acá; lo más inquietante es que alguien apuntó nuestras direcciones en un pequeño trozo de pergamino y lo dejó sobre el volumen cerrado, sujeto bajo una gema de ámbar
Como cada vez que pretendo ir a hacer un trámite, bajo más en mi exploración, he pensado llevar vituallas para pasar una noche en el noveno sótano. Mi idea es proseguir hacia el décimo y el undécimo en el día siguiente, si me fuera posible.
De más está decirle, que mi obsesión me hace único responsable de mi saga y que si no tuviera noticias de mí en los próximos días, mantenga en discreción esta carta y no la dé a conocer a nadie.
No sé que descubriré más abajo del noveno subsuelo, espero que un desenlace a mi curiosidad. Tal vez al personaje que consulta los libros y asciende día a día.
Es imposible pensar que el Edificio se extiende infinitamente en sótanos hasta el centro de la tierra. ¿No cree usted que eso sería descabellado?
Y ahora tengo que dejarlo, en quince minutos abre el Edificio y la mesa de entrada es la primera que se organiza.
Hasta pronto Jorge y espero poder volver a escribirle.
Un abrazo.
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