PARTE 3
Bastó esa reflexión de la hija menor para encontrar fuerzas y trabajar con más ganas de armar la mesa navideña con lo que se podía, no obstante el momento critico, la mesa lucio más esplendida que nunca.
UN peceto en escabeche en el centro separaba ser devorado con creces, después de tantas experiencias vividas, no sólo eso, un fiambre de queso de cerdo, hecho por sus manos, ensaladas varias, le ponían colorido y rubricaba el postre un budín de pan, con pasas sin semillas y nueces.
La trajo a la realidad la voz de Lucia llamándola y Lucas ofrecía alimentos a dos cisnes que recelosos se acercaban a comer de su mano. Confirmaba ese gesto, Lucia al decirle;
-Lo llevamos Abu para comerlos. Vos cocinas muy rico. Se escuchó la voz del guardián:
-No se puede.
Ante la sonrisa de Ofelia por la ocurrencia de la nieta, quien fastidiada hizo un mohín, al ver su intención frustrada. Pinki se había dormido apoyando su cabecita sobre sus patitas delanteras, cansada de las correrías que hizo con los chicos.
La abuela les advirtió:
-Tengan cuidado, los cisnes pueden darles un picotazo.
Otra vez recuperó el hilo de sus pensamientos, interrumpido por el llamado de sus nietos y recordó: que esa nefasta experiencia vivida por esa gallega; su madre, al año siguiente se cobró la amargura acontecida el año anterior. Ese vecino, llamado Santiago, en el transcurso del año, había armado su gallinero en el fondo de su casa, pegado a la medianera de ella.
Durante parte de ese año, a su madre se la escuchaba protestar por una gallina que trepada al muro se daba vuelta y defecaba en patio recién baldeado. Pepi, un año más grande protestó por ese incidente molesto porque le tocaba a ella ir a limpiar, escoba en mano, la suciedad del ave en su patio.
En octubre, el día de la madre sorprendió Celia con un puchero de gallina de rechupete. Recordó ese día frío y ventoso que a esa comilona nada le faltaba. Panceta, chorizos blancos, candelarios, morcilla, garbanzos, porotos, todo lo que tenía fue a parar a la cacerolaza familiar. Que al sacarlo de allí no basto la fuente grande, sino que necesito una más y otra más pequeña para los vegetales. Se disponían al festín y escucharon la voz de su padre:
-¿A que se debe la comida?
La respuesta de la madre fue:
- Ahora disfrutemos, luego les contaré:
Ya a los postres, vainillas borrachas de oporto El abuelo, rellenas con dulce de leche y chocolate, comenzó a hablar la progenitora. Cansada de la suciedad que la gallina del vecino le hacía toda vez que se limpiaba el patio, decidió darle un puñado de maíz en la pared, mostrándole otro en el patio, (habrá deducido que así como trepaba de ese lado, bien podía bajar para este otro)
Siguió contando: le hizo un caminito de granos hasta llegar a la puerta de nuestra cocina. Allí la agarró del cogote, se lo retorció sin darle tiempo a cacareo, pues tenía el buche lleno y sirvió para que viera su fin.
Mañana termina.
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