"El_reto_ganadores" nos ínvitó a escribir, en su edición nro.13, un texto de no más de 450 palabras, donde el blanco y el negro predominaran. Mi texto estuvo listo un día después y no pude participar. Para que no se pierda el intento, lo publico:
Hoy debería estar adornando mi hoja con líneas de victoria. La tinta debería irrumpir sobre el papel, conquistando los espacios blancos con su bandera negra. Marchando valiente y presuntuosa al mismo ritmo avasallante de nuestro ejército, que a pleno mediodía entró imponente por la plaza central para tomar posesión de la Casa de Gobierno y vociferar a los cuatro vientos el derrocamiento del tirano. Hay un alboroto desbordado por todas las calles. La gente celebra como en una gran feria, y los soldados se confunden entre la multitud. Hay fiesta, masas, licor y banderas patrias ondeando con alegría. Y yo debería estar contagiado de esta euforia colectiva.
Hoy debería encarcelar la imagen del dictador caído, enviándolo sin compasión a vivir encerrado entre las líneas negras de mi block de notas, las mismas líneas por las que deberían rodar los tanques de guerra de nuestro ejército, épico y glorioso, libertador en tierras lejanas.
Trato de convencerme, de domar mi muñeca, de formar las letras en el orden adecuado, pero siempre tu nombre mana a borbotones por la punta de mi pluma, que llora por los miles de kilómetros de distancia de este campo de guerra que alguna vez fue una hermosa ciudad. Quiero estar alegre, combinar las palabras con la fiesta y la alegría de este pueblo libre, pero esta sed de ti opaca los cohetes, enluta las bengalas y me aísla en esta triste burbuja invisible que me cubre. Quisiera unirme a la celebración, pero el alma no me acompaña. Se quedó a tu lado hace ya cuatro meses, adherida a ti en ese beso de despedida en los pasillos del aeropuerto.
Cientos de recuerdos tuyos invaden mi mente, me acorralan. Trato de vencerlos en tímidos intentos que son patadas de ciervo ante las fauces del león, pero ellos rompen las barricadas y abordan mi interior como un chorro tórrido que golpea en todas las direcciones. Mi alegría se redime, mi voluntad se arrastra por el suelo mencionando tu nombre… Me acepto invadido, vencido y derrocado sin poder oponer resistencia. Acepto que a partir de ahora tú eres mi Patria, esa por la que moriría de ser necesario.
Son las tres de la mañana. En el área de prensa del hotel los colegas culminan de escribir sus líneas inspiradas enalteciendo a los vencedores y deleznando a los vencidos. Así lo recordará la historia hasta que algún día se inviertan los roles. Entonces se contará la misma verdad pero cambiarán los papeles de héroes y villanos.
Yo mientras tanto, continúo destiñéndome, aproximándome a la escala de los grises. Ajeno a la victoria de una guerra que no me pertenece me zambullo en la tinta negra y me ahogo en tu ausencia.
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