Y la soledad de la mujer extraña se notaba al hablar. Esa soledad obligada, preescrita por los que no la entendían ni querían comprenderla.
Ya no sabía vivir en comunidad... hasta eso se lo habían arrebatado, pero la luz esperanzadora del hombre amado le mostraba que algunas cosas podrían cambiar, pero todas... no.
Y la prima de Santiago, absorta en su desengaño propio, buscaba vivir... buscaba la vida, pero en el lugar equivocado, no en su corazón...
Necesitaba llorar...
Y la pena dejaba huellas húmedas en las tibias mejillas de la mujer extraña. Pena acumulada, apilada como un cerro de arena que se forma al excavar una tumba... . Quería llorar, quería gritar, quería olvidar...
Olvidar, olvidar... olvidar la pena de ser una mujer fuerte, de ser extraña, de ser auténtica... quiso ser del montón, ser como el resto de los mortales, y no tener que llorar, escribir o dibujar... sólo ser idiota, igual, creer lo mismo y luchar por lo que otros creen que es lo correcto.
Cumplir el estándar, el modelo de persona, el estilo de música, caer en una categoría con nombre y número... No, nunca podría morir de esa forma...
¡"Primero infeliz que muerta"! |