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Inicio / Cuenteros Locales / atreyu2002 / La Ofrenda-un cuento popular

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Don Guillermo había quedado deshecho desde la muerte de su luchita, su querida esposa y Madre de sus hijos, pareciera que la tristeza estaba en todo lo que le rodeaba, la casita de adobe que había construido con tanto trabajo, cada día era mas obscura, la ropa sucia, trastes y las botella vacías llenaban el piso, los pocos muebles, rasgados y rotos, la parcelita otrora llena de jitomate, papa y zanahorias, ahora seca y llena de hierbas, y no se diga cuando aquel gavilán notó que nadie cuidaba a las gallinitas, se dio un festín como no se daría otro en la vida.

Y es que Don Guillermo a partir del día del entierro de su amada esposa tomó al tequila como amigo y confidente y no lo había soltado mas, desde que despertaba, hasta que quedaba tirado en alguna callejuela del pueblo no hacia otra cosa que tomar, botella tras botella de tequila, mezcal o lo que se le pusiera enfrente siempre y cuando embriagara, su vida dejo de medirse en años para medirse en botellas.

Un buen día ya a finales de Octubre Don Guillermo estaba en su casa, a su lado izquierdo su viejo anafre lleno de carbones encendidos para evitar el frío propio de la época, y a su derecha su inseparable amigo el tequila.

Su hija Yolita se le acercó con pasitos vacilantes, con todos sus hermanos atrás, entre animándola y preparándose a correr por si lo que le venia a decir a su padre no le hacia gracia, pobres niños sucios y descuidados, pero con esos ojos llenos de ilusión e inocencia que ni el hambre podía borrar, -oiga papito ya viene el día de muertos ¿no le pondremos ofrenda a Mamá?- preguntó –Siiiii-contestaron los hermanos –Como la que puso Don Luis el caporal de la hacienda, toda llena de platos deliciosos frutas que hacen agua la boca y unos panes tan grandes como mi cabeza, dijo Martita, la menor –O como la de la casa de Don Miguel el maestro de la escuela quesque como a su Papá le gustaba fumar, le puso cigarros de todas las marcas y unos librotes para que lea mientras fuma y no se aburra y unos platotes de mole y enchiladas que hasta ganas de darles un mordisco dan, contestó el pícaro Javi. –Que ofrenda ni que ocho cuartos!!!!!, les gritó Don Guillermo, -y en esta casa no se creen en esas tonterías y fantochadas, -pero Papá TODO MUNDO sabe que ese día nos visitan nuestros familiares fallecidos, y debemos recibirlos como se merecen, dijo muy seria Maria la mayor, -Pues lo único que encontraran los muertos serán estos carbones con los que me estoy calentando y lárguense ya chamacos antes que me hagan enojar y los muela a palos!!, y ese fue el fin de la conversación, quedando Don Guillermo muy satisfecho le dio un largo trago a su tequila.

Y así fue que ese 2 de Noviembre sorprendió a Don Guillermo durmiendo la mona en un callejón cercano al panteón municipal, de pronto despertó con el sonido de muchas voces, muchísimas, se oía como si el pueblo estuviera en gran fiesta, entreabrió los ojos para ver la causa de semejante alboroto y creyó haberse vuelto loco, sobre la calle y rumbo al panteón caminaba tanta gente como gente había en el pueblo, todos vestido con sus mejores galas, platicaban y reían entre ellos, y todos, absolutamente todos traían la manos llenas de regalos, la mayoría tenia platos de comida, otros flores, fotografías dulces etc. Aquello era una feria –Y ora? Se dijo don Guillermo, desde donde estaba se puso a ver a los pasantes –aaahhh caray ese de allá se parece mucho a mi compadre Pedro ja! Si no supiera que tiene 5 años que lo mataron los federales hasta iba allá a invitarle un trago, uuuyy y esa de allá –dijo viendo a una mujer regordeta que cargaba dos panes enormes -Esa se parece a Cuquita la esposa del molinero, pero ah chirrión!! Si Cuquita tiene dos años que la enterramos. Y asi entre mas se fijaba mas caras conocidas veía, el problema pensaba el es que toda esa gente solo le recordaba gente que ya no se contaba entre los vivos.

Don Guillermo siguió muy interesado viendo a la multitud que seguía su camino al Campo Santo, reconociendo aquí o allá amigos o familia que no veía en años, todos felices y presumiéndose sus regalos, así fueron pasando hasta que empezó a disminuir el numero de personas, y ahí cuando se le ocurrió voltear al final de la procesión sintió que la sangre se le helaba, ahí en último lugar vio a una mujer, o parecía mujer, no se distinguía bien ya que venia hincada empujando una pila de carbones al rojo vivo, traía la cabeza agachada por el dolor físico y la vergüenza, gruesos lagrimones salían de sus ojos, esto no llegaban al piso ya que se evaporaban antes siquiera de acercarse, sus manos en piel viva parecían negarse a seguir adelante, sin embargo la mujer seguía empujando, poco a poco, centímetro a centímetro acercándose al panteón, -aaayyy esa ropa es igualita a la ropa con la que enterramos a mi Luchita, pe..pero no entiendo…Dios mio por favor no dejes que sea ella!!!!, pero Don Guillermo vio con horror como pasaba Lucha a su lado empujando ese regalo que tan despectivamente le había dejado el en su casa y que ella con tanto cariño había aceptado.

La gente de la región cuenta que a partir de ese día Don Guillermo no volvió a probar una gota de alcohol, que se volvió un padre modelo y que cada 2 de noviembre no había ofrenda mas bonita y grande en el pueblo y alrededores que la que el le ponía a su Luchita querida.

Texto agregado el 30-10-2009, y leído por 77 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-10-2009 que precioso cuento!!! Reflejo del folkore Mexicano!!! Me encantó!!! ***** MariBonita
 
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