No sé si todos, pero yo toda mi vida he escrito “Cartas para no enviar”, cartas donde digo lo que nunca pronuncio, cartas donde cuento lo que no contaré jamás…
No recuerdo ya cuando ni cómo comenzó esa costumbre, pero arraigó de tal manera, que se ha convertido en una necesidad, en algo que no puedo, o quizás que no quiero evitar.
Y hoy, como tantas otras veces, he vuelto a tener esa necesidad.
Sabes??, me duele profundamente sentir que te incomodo, que de alguna manera, aún cuando sea durante unos breves minutos, puedas considerarme una molesta obligación sin más, sigo sin entender en que momento se produjo el cambio, ni encuentro por más que lo intento que fue la causa de ese giro de 180º que hizo que nada volviera a ser placido, agradable y deseado, que a pesar de mi empeño en lo contrario tuviera que aceptar que aún cuando para mi siguiera siendo todo un placer encontrarte, para ti solo fuera una incómoda formalidad.
Una pena… de verdad una pena, pero bueno, nada puedo hacer está claro, tan solo guardarla con el Resto de Penas a guardar.
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