Se esforzó mucho. Primero le envió una mujer excepcional: 1.75, cincuenta y tres kilos, copa D, exuberante. Le siguió la racha de buena salud y el ascenso de puesto. El convertible rojo, la casa en la playa, los viajes por el mundo, las cuentas millonarias. Todo fue en vano. Dios creyó inocentemente convencer al ateo de su existencia con detalles materiales.
Texto agregado el 30-10-2009, y leído por 254
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