En el piso arcilloso de la luna marrón / tus pies se sumergieron una noche / hasta el mismo fondo del paisaje derretido. / En aquel lugar la brisa era de mercurio, la luz de gas neón y la corteza de sulfuros. / Sobre ti, la mitad de la luna / como una aureola en la crispa / disfrazándote de santa / me sorprendió a morir. / Esa luna pregonó como en la feria de los demonios / tu procesión casi certera hacia el infinito / mientras yo / como un quirquincho / me ocultaba sumergido en una ola de arenilla / con apariencia de mercurio / acurrucado y tieso por el susto.

No sobreviví. / Ahora mi alma es un polvoriento jirón que se sacude con el viento en tu busca. / Cada vez que te he encontrado / he sido una cruz clavada en tu hombro. / Puesto allí, di una vez con la corona de espinas que cuelga de tus sienes / mientras tú me llevabas de paseo por pueblos abandonados / ríos sin agua / quebradas sin eco / higos secos / valles yermos y desolados / y por todos los contornos inhóspitos del desierto de Atacama. / Soy tu sombra / y el mal aliento de tu boca / la sangre seca de esas manos que son tuyas / la estrella de cinco puntas.

Soy una veleta carcomida y despintada / y me tocó viento esta vez; / viento desatado que sacude y no avisa. / Soy también un artefacto hollinado entre las pircas de piedra de este paisaje incierto / que espera tu venida mientras procuro espantar la locura / la misma descarada que me invita un mate para aturdirme / y entre sus faldas me insinúa sus piernas. / Pero nada me seduce como tú, origen de mi condena / fuente de mi trastorno / que me haces revivir cada vez que cruzas esta pampa / llenas las lunas / prendes los fuegos de la nieve / danzando alevosa sobre ríos, vegas y bofedales / impunemente como el atardecer.

No tienes rostro / apenas eres un perfil, una idea. / A veces te apareces vestida de culebra sobre mi vientre / mostrando tus dientes con sadismo./ A veces das gritos que estremecen / que no logro masticar. / Ni un atisbo de tu cara, solo la ignominia / con dos hojas de laurel / y el deseo nacarado de mi vientre que palpita su deseo. /¿Dónde estás, porqué no vienes?. / Te quedé mirando por desgracia una vez / te descubrí por desventura / nada soy en este valle / en los días cuando la luna se arropa y sale fulgurante. / Te preñé más de una vez y no sirvió para el conjuro / siempre zigzagueante huyes entre los cerros / siempre zigzagueante vuelves para el sacrificio / para la resurrección y para acurrucarme en tu vestido.