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Inmerso en lóbrega melancolía encoge los hombros e introduce las manos en los bolsillos traseros del jeans. Abstraído en sus pensamientos contempla sin interés el turbulento entrechocar de las copas de los árboles sacudidas por el viento. Las ramas van y vienen, se retuercen, se enfrentan golpeándose con la fuerza del vendaval. Los troncos rotos y las pequeñas ramas estragadas por el viento se confunden con las hojas en remolino caótico sobre el césped decadente.
Toma el pestillo de la ventana con ambas manos y reclina la cabeza sobre los brazos. Llora con espasmos asordinados de la laringe, suspiros roncos y acongojados de un hombre inconsolable.
Un árbol colmado de corchetes rosados, como una primavera distraída, suaviza los primeros arrebatos del invierno inminente. Densos nubarrones cubren el cielo, las escasas grietas azules van desapareciendo al mismo tiempo que el sol abandona la puja. El paisaje se vuelve gris de sombra.
La lluvia sesgada golpea con fuerza sobre los vidrios y el antepecho de la ventana. Una señora que pasa trata de ajustar su paraguas transformado en una ruinosa copa de champagne.
La esposa se acerca por detrás y lo abraza cruzando los dedos sobre el abdomen del hombre. Éste se da vuelta y la acaricia con dulzura. Ella apoya la cara en el amplio pecho y las lágrimas ruedan incontenibles.
- Mi vida…tengo la comida pronta, la hice bien fuerte como a vos te gusta...además hace mucho frío.
- Si…hace mucho frío y llueve mucho, pero discúlpame Celia… voy a salir. No tengo apetito y tengo que hacer algo.
- Pero mi vida…con esta lluvia y este frío. No entiendo…
- No te enojes Celia pero tengo que salir por un rato.
- No regreses muy tarde. No puedo quedarme sola mucho tiempo.
- Celia, acuéstate y toma un tranquilizante. Vuelvo en un par de horas; sólo un par de horas.
El se retira hasta uno de los aposentos, se calza un abrigo pesado y con una prenda grande que saca de otro mueble hace un paquete.
Ajustándose el sombrero chorreante espera pacientemente el ómnibus. Consulta al chofer previo abordar el colectivo quien le confirma que habrá de conducirlo donde desea. Un muchacho se sienta a su lado y lo roza con una mochila sobrecargada; se da cuenta de la molestia y le pide disculpas.
- No pasa nada muchacho, me sorprendiste sólo eso. El aludido no contesta y se coloca los auriculares gozando al poco rato de su música moviendo la cabeza absurdamente. Las palmas sobre las rodillas completan el éxtasis.
Se baja en la parada convenida con el chofer e inicia el recorrido, calado por el frío y el agua. Camina con lentitud asustado de pronto ante la perspectiva de una alucinación. La extensa pared ha sido grafitada con consignas políticas y dibujos incomprensibles. Queda pensativo ante uno de ellos que dice “Muerte chica, el amor”. Un vendedor de maní acaramelado recibe con sorpresa su primer cliente del día. “ Con esta lluvia hoy no vienen ni las viejas de las latitas. Dos paquetitos son…” Paga y se los guarda en el bolsillo del gabán. Se acentúa la sensación aquélla. Adquiere conciencia que está perdiendo el juicio pero aún así
continúa la marcha. Lo reciben dos grandes portones y un par de funcionarios comiendo bizcochos.
Solloza contrayendo los músculos de la cara. Un rayo de furia se clava como una espina en los puños impotentes. Indescriptiblemente desconsolado mira el pequeño montículo con el extravío de quien se niega a la cruda realidad.
El pequeño retrato de la niña incrustado en una cruz de mármol le sonríe.
Se arrodilla en el barro; el aguacero prácticamente lo cubre como a una roca la rompiente del agua agitada. Desenvuelve el paquete que contiene un gran impermeable azul y lo coloca a todo lo largo del montón de tierra, aún con flores de cinco días a punto de marchitarse.
- ¿Tiene mucho frío mi pequeña?... Aguante todo lo que pueda ¿eh? Son pocos meses y después viene el calor otra vez ¿sabe? Con esto que le traje al menos la lluvia no la va a molestar. Mañana vuelvo para acompañarla por más tiempo y conversaremos de los deberes que la maestra mandó a sus compañeritos. Uno de ellos me dijo que le están enseñando las tablas y eso hay que aprenderlo muy pero muy bien. Yo todavía me las sé de memoria. Por ejemplo la del “cuatro”, preste atención: Cuatro por uno…cuatro; cuatro por dos…ocho; cuatro por tres…
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Texto agregado el 30-10-2009, y leído por 110
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