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Capíttulo 15

Kenshin despertó violentamente. Una de sus manos fue a dar a su cabeza, le dolía y le ardían los ojos. De pronto notó un bulto a su lado. No podía ser, el había estado solo en la noche, pero ahí estaba la silueta de una mujer… Era Kaoru.

Kenshin se horrorizó ante esta escena. Notó que estaba desnudo y por lo que distinguía de la silueta de la chica, ella también lo estaba, pero por qué.

Qué había pasado la noche anterior. “Vamos Kenshin haz memoria, qué hiciste”

De pronto, como un rayo le llegaron todos los recuerdos, su cabeza parecía bombearle y en sus ojos se pudo leer más fuerte el horror que sentía.

- No, no, no- murmuró intentando no despertar a Kaoru- Debe ser un error. No hice eso.

Pero, lo había hecho. Se había acostado con Kaoru, con su hermana menor, la mujer de su mejor amigo.

Todo había ocurrido anoche. Ellos como habían quedado, le habían ido a contar a sus unidades lo que pasaba en el Cuartel y que debían ocultarse por el bien de los heridos. Al llegar al comedor, notaron que todos, a pesar de lo que había ocurrido no estaban tristes, más bien, un poco alcoholizados.

- Atención- gritó Kaoru.

Los soldados obedecieron la orden y dejaron la botella de sake sobre la mesa (había sido idea de los Shinomori abrirla, por una noche más de vida.)

A pesar de ello, Kenshin, Kaoru y Yahiko explicaron la situación y luego, sin pensarlo demasiado, se unieron a la improvisada y “feliz” fiesta.

- Sabía que no me fallarías, amigo- dijo Aoshi muy abrazado de su mujer.

- Nos merecemos esto- dijo él con un extraño dolor al ver a los Shinomori tan juntos- Al fin y al cabo, no sabemos cuánto tiempo tendremos que estar ocultos.

- Tienes razón- dijo él- ¿Te pasa algo, Kenshin?

- Sabes bien qué me pasa cada vez que tomo sake- dijo el joven capitán de los Ryu.

Y lo sabía bien, cada vez que bebía, todos esos recuerdos tristes se dibujaban en su mente…Tomoe, venía una vez más como un fantasma a atormentarlo, como si en el sake, en su sabor y su aroma se escondiera el espíritu de su mujer.

Siempre se ponía triste a causa de eso… Pero de alguna manera, esta vez no permitiría que se le notara, por lo que fue en busca de una victrola y discos. La música calma las bestias y el calmaría el fantasma de Tomoe sí o sí.

- Kenshin- una voz se le aproximó por la espalda mientras colocaba uno de sus álbumes favoritos- ¿Estás bien?

- Kaoru… Yo… Siento haberte tomado la mano antes- dijo él recordando lo que había hecho unos minutos antes.

- No, está bien. Te entiendo, yo tampoco me sentía bien con la situación… Es horrible que tengamos que ocultarnos, Kenshin. Es molesto.

- Sí… Kaoru- dijo él de pronto, al ver que la niña se retiraba- Necesito pedirte dos favores.

- Tú dirás, hermano mayor.

- Quiero que le demos permiso a las parejas de pasar la noche entre ellos. Creo que se lo merecen.

- Me parece buena idea, Kenshin. ¿Cuál es el otro favor?

- Si me puedes acompañar unas copas de sake… No quiero molestar a Aoshi que está con Misao y no me gusta tomar solo.

- No te preocupes, te acompaño, a mí tampoco me gusta tomar sola.

Kenshin rezaba para que la compañía de su hermana menor espantara los recuerdos de Tomoe. Ya había visto mucha muerte el día de hoy… No quería tener que pensar en su muerta más importante.

Así el tiempo y las botellas transcurrieron a lo largo de gran parte de la noche. Fue un asueto bien merecido para todos. Escapar a la destrucción y la muerte, celebrar la vida. Incluso Saito se unió a ellos, pasada las 2 de la mañana, cuando él había ordenado todos sus papeles para tener todo listo para irse de ahí.

Como a eso de las cinco de la mañana, un muy ebrio Kenshin se despidió de sus camaradas y se fue a la habitación que esta vez ocuparía él solo.
No está muy seguro de cómo llegó a la pieza, pero recuerda que no fue fácil producto de la borrachera. No sentía mucho los golpes a pesar de todo. Rezó como siempre a la placa mortuoria de Tomoe y se puso su yukata para irse a dormir. Fue cuando sucedió.

La puerta a sus espaldas se abrió lentamente y una silueta se recortaba en ella. No estaba muy seguro de quién era, estaba oscuro, pero un fuerte perfume a cerezos, ciruelos y sake llegó hasta su nariz… “Tomoe… Tomoe vienes a atormentarme”, pensó.

La silueta no dijo nada, pero fue directo hacia el cuerpo de Kenshin. Buscó sus labios, su cuello y con unas manos muy hábiles, desató la yukata que llevaba puesta. Muy pronto Kenshin yacía desnudo frente a esta bella aparición. “No estaré solo… Por esta noche, no estaré solo. Ha venido tu fantasma a acompañarme”

Ella también estaba desnuda sobre él. No había nada en el mundo que lo preparara para tal visión, el cabello negro suelto caía cubriendo coquetamente los pezones, pero Kenshin no pudo evitar apartar esos cabellos, deseaba lamer, morder. Se sentía duro y listo para tomarla… Como siempre lo había hecho. “Mi Tomoe”

Se lanzó en un feroz ataque contra los senos de la chica, los besaba, los acariciaba y los mordía con fuerza, como si quisiera arrancarlos y hacerlos suyos, ella gemía, lo abrazaba y le enterraba sus uñas en la espalda al joven. Eso le encantaba. Pedía más, deseaba más… El olor de los ciruelos y los cerezos le volvía loco. Sintió la entrepierna de la chica húmeda y jugó un rato con ella, sus dedos se movían ágilmente, ella deseaba más, pero no quería irse todavía, no… Ella deseaba que la montara, que la penetrara con fuerza, violentamente.

Pero Kenshin seguía jugando con sus dedos, los introducía con maestría en la entrepierna, ella jadeaba, su espalda se arqueaba con violencia, casi como si fueran espasmos. Estaba lista, Kenshin lo supo, fue en ese momento, cuando se puso sobre ella y la enterró como si fuera una estaca. El dolor y el placer se mezclaron en la mente de ella. Lo necesitaba, necesitaba sentir un cuerpo tibio.

Los movimientos rítmicos de Kenshin se tornaron cada vez más rápido, ella pedía más, más fuerza, más profundidad, quería irse junto a él, podía sentir el orgasmo, podía sentir su entrepierna hinchada y queriendo estallar. Él sentía como su miembro estaba listo para botar aquella tibia carga de vida… Ambos se tomaron de las manos como intentando esposarse el uno al otro, ahí venía, era fuerte y violento… El estallido los llevó a jadear con violencia, con fuerza… Ella mordió su cuello para evitar que el grito pasara más allá de los límites de la puerta, pero su pecho se ahogaba con los espasmos y la fuerza de la última embestida de Kenshin.

Así, tal como llegó ella, en silencio, Kenshin cayó a su lado, vencido por el cansancio, el alcohol y el sueño.

Así había ocurrido.

- Estúpido- se dijo casi en silencio- ¿cómo puedes haber pensado que era Tomoe…?

“Una cosa era haber estado ebrio, otra, muy distinta, es pensar que la gente revive con el alcohol”, pensó.

Sin embargo, pronto una pregunta llegó a su mente ¿por qué Kaoru lo habría buscado?

- Acaso se sentirá igual de sola que yo… Habrá creído…No, no lo creo. No creo que haya pensado que yo era el equivalente a Enishi… Será mejor descartar esa idea- el joven se levantó de la cama, intentando no despertar a la joven. Era mejor ir a ducharse y tomar desayuno antes de cualquier tipo de conversación. “Además, así evito que tenga el mismo despertar que yo”, meditó.

Y así, sin hacer demasiado ruido, rezó en silencio a la placa mortuoria de su esposa, le pidió perdón por lo que hizo y dejó la habitación, rumbo al baño para empezar un nuevo día. Uno, que será muy difícil…. Uno donde tarde o temprano deberá enfrentar a su hermana, la bella Kaoru.

Texto agregado el 30-10-2009, y leído por 97 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-10-2009 Aps¡¡¡Las consecuencias del alcohol!!! y ahora?********* almalen2005
 
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