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Las tres la tarde, solo desde hace una semana y como lo seguiré estando por el resto del mes de diciembre. De penumbras se augura estarán llenas mis navidades, pero no hoy, hoy saldré.
Dos días han desde que escribí el párrafo anterior, es increíble lo que puede cambiar en dos días y lo poco que se nota, da cuenta de lo insignificantes que somos frente al tiempo.
En el momento que deje de escribir, salí de mi departamento con rumbo indefinido buscando alegrías en el destino, cuando en el estacionamiento me encontré con la señora Jovanovich; dama senil, que vive en un departamento diagonal al mío. De no haber sido por que la dama dejó caer una lata de arvejas, la cual traía del supermercado, hoy no estaría escribiendo y no excedería de saludos cordiales las palabras entre esa intrigante dama y mi persona.
El día miércoles Jemima Jovanovich, nacida en Polonia el 13 de febrero de 1940, hacía los preparativos, para lo que sería otro día en su vida monótona y rutinaria; entrar a su departamento, conectarse su bombona de oxígeno, mirar la ruleta, comerse una rebanada de pie de guisantes y después directo a la cama, pero este día, este día era por algún motivo especial, así lo fue desde el principio, especial.

Como un caballero, de lo cual puedo sentirme orgulloso, en vista de las circunstancias en las que se encontraba la señora Jovanovich, con premura, apoyándome sobre la rodilla derecha le dije: "Buenas tardes señora Jovanovich, cómo va el día de hoy", le hablé con tono burlón sin esa intensión, sólo pretendía me entendiera.

Después de sujetar la lata de guisantes firmemente entre sus frágiles manos, mantuvo su mirada sobre la mía por varios segundos, los cuales bastaron para que me hiciera sentir incomodo, expresaba en un fondo azul profundo una mirada de noventa y más años que pasaron por mí. Ella absorbió mi vida, todo en menos de lo que llegaba el ascensor.

Luego que el elevador abriera sus puertas dando paso a mi vecina de enfrente (la cual detesto) se cortó ese momento incomodo y ella tomo el chance para responder ; "Buenas tardes cómo le va, gracias por ayudarme". Esperó unos segundos, tan incómodos como los anteriores, con voz forzada me pidió: "Disculpe joven sé que son más de las seis de la tarde y usted seguro tiene a donde ir ,
(qué tan equivocada podría estar), pero te agradecería mucho si por favor me ayudarás a subir las compras a mi departamento donde te recompensaré con un buen vaso de té helado".En vista que mi cita con el destino, en busca de una fortuna navideña, no era de primera necesidad decidí cumplir con mi labor benefactora del día y subir las bolsas hasta el apartamento de la señora Jovanovich.

Una vez en la puerta del apartamento 3-D, pude sentir el olor que emanaba desde dentro, una vez que se abrió la puerta, ese hedor que tanto añoramos de nuestra infancia, pero que no podemos soportar por mas de 15 minutos, hice algo parecido a una reverencia y agachando mi cabeza en señal de permiso, ante la aprobatoria de Jemima, (como me solicitó le llamase), me adentre en ese espacio confinado al olvido.

El área de la recepción conjugaba una trayectoria histórica que se reflejaba a través de una infinidad de adornos y fotografías, las cuales generaban un gran museo en mi imaginación. Fotos de su familia, de la Billos cantando en vivo, del caracazo, recuerdos de la inauguración del teatro Teresa Carreño, pero entre todos esos artilugios y baratijas una imagen en especial se gravó en mi mente como una quemada de cigarrillo en el brazo. En un retrato muy antiguo de características post clásicas se encontraba enmarcada una foto en un estado deplorable de la señora Jovanovich a temprana edad, tomada de la mano de un señor, del cual sólo se apreciaba su mano, él robusto de la extremidad, su cara reflejaba un estado de éxtasis y felicidad insospechado, inigualable, detrás de ella una avenida sola, tenebrosamente sola en una tarde de nieve.
Me quedé firme frente a esa fotografía, por un largo tiempo, mientras sentía que alguien me observaba una sensación de pesadez, como aquella mirada que sale de un cuadro y no la que tú le diriges a él.
Cuando sentí la situación insostenible voltee y Jemima me dio una palmadilla en el hombro, diciéndome: "Joven aquí está su té muchísimas gracias".

De manera apresurada y sin embargo con el estilo más elitista bebí del vaso, me despedí poniéndome a la orden para cualquier cosa, a cuenta de que iba a estar cuatro semanas solo y ella podría necesitarme, asintió con la cabeza una vez más y me dirigió el área que conecta la cocina con la puerta principal.
Antes de cruzar el umbral de aquel hogar tan cargado de recuerdos, el viejo tocadiscos de la señora Jovanovich reprodujo las "4 Estaciones" de Vivaldi, y al percatarse ella que se voltio mi rostro,sorprendido dijo en tono melancólico...
"Ese día vi nevar por primera vez en kalisz"

Texto agregado el 30-10-2009, y leído por 136 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
01-09-2011 Oki... carelo
30-10-2009 ok.vas super bien ...me encanto..,te sigo. mapata
30-10-2009 espiar la vida de los otros, suele acarrear buenas historias, te sigo DIVINALUNA
 
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