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Un lugar cerca de ti (capítulo 8)


Al principio le resultó algo complicado, no obstante, avanzó un par de metros y fue adquiriendo confianza, aprendió a comprender lo que significaba aquello de mantener en todo momento tres puntos de apoyo. Mirar a Bertha subiendo más allá de la mitad del trayecto le hizo pensar por primera vez que lo lograría, que no era imposible. Ella lo hacía tan bien que parecía sencillo.

--Cómo vas allá abajo –Preguntó Bertha.

--¡uff! Mejor de lo que pensé.

--Vamos, tú puedes, pero sin mirar hacia abajo ¿entendido?

--Eso lo comprendo bien, no te preocupes.

Conforme avanzaba, a Patricia se le iban complicando las cosas, no era sencillo encontrar un punto de apoyo que le diera confianza, el que no se desmoronaba estaba tan impregnado de humedad que no era posible mantenerse en él. Los efluvios de aquella humedad eran insoportables, pero lo peor era su respiración cada vez más agitada.

Luchar para mantenerse pegada a la roca resultaba paso a paso más complicado. Miró a Bertha y calculó que cuando más le faltaría un metro para alcanzar la salida. O sea que ella estaría superando la mitad del trayecto, pero dejó de pensar en ello. Con dificultad, pero siguió subiendo, hasta que...

--Bertha no puedo más...

--Deja de pensar en eso, claro que puedes, anda ánimo, no te detengas, si te detienes sería gastar fuerzas de manera inútil, usa todas tus fuerzas para subir.

--Voy a caer Bertha...

--Tranquila, deja de pensar en eso, mira ve hacia arriba, estoy llegando, una vez arriba podré darte una mano, pero debes seguir, si llegaste hasta aquí puedes seguir.

Hablar con Bertha le ayudaba a romper con esa sensación de soledad que le embargaba mientras se concentraba en subir.

La respiración era más difícil, llegó un momento en que tuvo que jalar aire por la boca para compensar lo poco que entraba por sus vías nasales. El esfuerzo comenzaba a resultar sobrehumano. Miró hacia arriba y... Bertha no estaba, había desaparecido.

Lo primero que pensó fue en su caída, pero no podía ser, enseguida comprendió que hubiera arrastrado con ella. Entonces ¿logró salir?

--¡Bertha! –Gritó.

--¡Berthaaa! –Volvió a gritar, esta vez con más fuerza, pero no escuchó respuesta alguna.

--¡Joder Bertha es otra de tus bromas?

Patricia comenzó a sentir pánico. ¿Había sido abandonada?


Ahora sí que se sentía sola, además de decepcionada. Brotaban lágrimas por sus ojos. –Tengo que seguir sola –Se dijo dándose valor; no había tiempo para otra cosa.

Avanzó un metro más, pero aún le faltarían tres y sentía que sus fuerzas serían insuficientes. No debía pensar en la traición de Bertha, pero tampoco la podía sacar de su cabeza. --¿Por qué se fue? –Se preguntaba.

Siguió luchando, pero cuando estaba a dos metros de alcanzar la salida, con un mínimo de fuerzas y el ánimo hasta el suelo, notó que algo iba entrando por aquel anhelado boquete. Era la rama de un árbol y tenía algo colgando en el extremo que miraba. Asombrada, esperó unos segundos. Aquella cosa, lo que fuera, se acercaba a ella y se veía amenazante. No había duda, quien lo manipulaba buscaría empujarle hacia abajo.

--¡Noooo por favor, no lo hagan! –Clamó en un momento de desesperación.

Cuando la rama estaba a corta distancia miró a Bertha en lo alto, ella era quien pretendía tirarla.


--No lo hagas, Bertha ¿qué te he hecho para que me hagas esto?

--¿Te has vuelto loca? Lo que quiero es ayudarte.

Hasta entonces, Patricia notó que Bertha carecía de sus pantalones, sus jeans estaban atados en el extremo de la rama. Aquella mujer había amarrado fuertemente ambas piernas de la prenda para hacer algo así como una agarradera. La cintura estaba amarrada con el cinturón en una bifurcación de ramas, de manera que no podrían resbalar.

--Trata de alcanzar los pantalones, agárrate con fuerza de ellos, usa las dos manos, pero no dejes de apoyar tus pies, yo te jalaré para que subas más rápido.

--No alcanzo...

--Vamos inténtalo, estás cerca.

Desde la altura, Bertha notó que en la oscuridad de la cueva parpadeaba débil resplandor. Comprendió que era aquel hombre acercándose más.

--Patricia, debes apresurarte, sube un poco más y alcanzarás la agarradera, no pierdas tiempo.

Patricia seguía esforzándose por alcanzar la rama, pero no encontraba un punto de apoyo. Podía tocarlos, pero no era suficiente para agarrarse a ellos con firmeza.

--No pierdas tiempo, sube, sólo un poco más...

Aquel débil resplandor parpadeante se notaba ahora con más intensidad, era la lámpara de su perseguidor moviéndose a un lado y a otro mientras avanzaba hacia ellas.

Bertha se tiró al suelo y estirando los brazos hacia el interior de la cueva pudo acercarse lo suficiente a Patricia.

--Tómalo, usa las dos manos, agárrate con fuerza, ahora sólo ve impulsándote con los pies, yo te jalo, vamos, puedes hacerlo.

Ahora, Patricia se sentía más segura agarrada, estaba agarrada a los jeans de Bertha y podía impulsarse con los pies, pero la superficie de la roca estaba muy impregnada de hongos y era sumamente resbaladiza.

Acostumbrada al trabajo rudo, Bertha jalaba con fuerza, se pudo poner en pie. Apoyando en una roca hacía palanca con todo su cuerpo. Patricia estaba a sólo medio metro. Una luz intensa apareció entre la oscuridad, aquel hombre hacía su entrada a la cámara.

--Sube, sube...

Con un esfuerzo desesperado, Bertha se echó hacia atrás arrastrando con Patricia, quien al sentirse con medio cuerpo afuera se impulsó con todas sus fuerzas logrando escapar de las entrañas de la mina. El atronador sonido de un disparo se escuchó como rugido lanzado por el monstruo al perder a su presa.

--Debemos correr, en un momento estará arriba, corre... corre...

Patricia sólo deseaba permanecer tumbada hasta recuperar las fuerzas, pero Bertha la jalaba del brazo para que se levantara, así que tomando aire se incorporó y comenzó a correr.

--Pero... Tus pantalones.

--No hay tiempo, déjalos, debemos ganar terreno.

Bertha había usado además del cinturón las cintas de sus tenis para amarrar los jeans con más fuerza, de manera que tardarían buen rato para desamarrarlos, y como tampoco había manera de cargar con la rama no tenía más remedio que correr en ropa interior.

La carrera era extenuante, el sol caía con fuerza, ya era cerca del mediodía y no soplaba siquiera un débil viento. Ya habían ganado buena distancia cuando el hombre surgió de la mina, por un momento se quedó mirando a las dos mujeres que no dejaban de correr. Luego, en vez de seguirlas, caminó en sentido opuesto.

--¡Se va, se va! –Gritó Patricia.

--No te confíes, no dejes de correr –Respondió Bertha.

-- ¿No ves que se va?

--Sí, por ahora, pero sólo irá en busca del vehículo en que llegó, es un todo terreno, así que apresúrate o estará muy pronto pasando por encima de nosotras.

--Oye, y por cierto... Tú cómo llegaste hasta aquí.

--Bueno... es que... Se puede decir que en tu auto.

--¿En mi auto? ¿Quieres decir que mi auto está allá y nosotras corremos en sentido opuesto?

--Es que, técnicamente sí, tu auto está allá. Bueno, ¿recuerdas el día que nos conocimos? Dije que tu auto era lo menos apropiado para estos caminos ¿recuerdas? Pues... no me equivoqué, los últimos dos kilómetros tuve que correr.

--¿Estás diciendo que mi auto está allá... arruinado?

--Igual quedaremos nosotras si seguimos conversando aquí paradas.

--¡Mierda!

Ambas mujeres comenzaron a correr, Patricia siguiendo a Bertha.

--Oye espera, espera, otra cosa...

--¿Ahora qué?

--Si corremos hacia allá nos internamos en el desierto ¿estoy en lo correcto?

--¡Bingo!

--Pero a pesar de eso sigues corriendo hacia allá

--Mira, más adelante hay un cañón, eso inutiliza el vehículo de quien nos persigue ¿de acuerdo? Pero hay más, allá hay pequeñas cuevas en las que podremos ocultarnos hasta que entre la noche, entonces salimos, y sin este sol que calcina podremos llegar al pueblo si caminamos durante toda la noche, todo depende de que alcancemos el cañón antes que ese hombre nos alcance a nosotras ¿entiendes?

--Tú eres a que manda...

Como periodista, Patricia había vivido momentos difíciles, momentos que requirieron de mucho esfuerzo, pero todo lo vivido ese día ya estaba resultado demasiado para sus fuerzas. Su espíritu de luchadora comenzaba a quebrantarse mientras corría bajo ese sol tan intenso. Los minutos corrían y en el panorama no había más que cactos y uno que otro arbusto quemado por el sol

--Bertha, adelante no hay nada y siento que no puedo más

--Corre, estamos cerca.

--Para un momento, no creo que nos esté siguiendo.

--Te equivocas, mira hacia atrás.

Al voltear la cara, Patricia percibió, a lo lejos, algo de polvo levantándose atrás de una duna. Comprendió que había que seguir corriendo.

--Pero quién es ese hombre, por qué nos quiere matar, necesito saber, y saberlo ya, de qué se trata todo esto.

--Nos quiere matar por lo que oculta en esa mina, por lo que ha ocultado hace un par de años y no le conviene que se descubra. ¿Quién es? Se trata del policía que te detuvo para hacer preguntas ¿conforme? Ahora corre y en cuanto podamos te lo cuento todo.

--O sea que me persigue para matarme quien debiera estar para defenderme... ¿Así son las cosas en este extraño lugar?

--Calla y corre, en cuanto estemos a salvo lo sabrás todo. Estamos cerca, mira, allá, esas rocas, detrás está el cañón.

Al llegar a las rocas Patricia estaba exhausta, jadeante por la carrera. Miró hacia atrás y apreció una nube de polvo más espesa y muy cerca, aún cuando las mujeres no podían ver más, aquel hombre estaría por aparecer detrás de la duna.

--No hay tiempo que perder, debemos bajar ahora o no tendremos oportunidad, conozco muy bien este cañón, sus cuevas... Podremos ocultarnos aquí. No le será tan sencillo seguirnos la pista.

Patricia miró hacia abajo, habría al menos 40 metros hasta el fondo.

--¡Oh no! ¿Otra vez a escalar? ¿Y desde esta altura?

--Vamos, aquí se trata de brincar entre roca y roca, esto será sencillo comparado con lo otro, sólo sígueme. No te detengas, si no alcanza a ver qué rumbo tomamos no podrá seguirnos, en la roca no dejaremos huellas.

Antes de comenzar a bajar, ambas mujeres miraron hacia la duna que ocultaba a su perseguidor. La nube de polvo que minutos atrás era espesa parecía dispersarse.

--¿Se habrá detenido? –Preguntó Patricia.

--No sería buena idea quedarnos aquí para investigar, bajemos.


La próxima semana, el desenlace...


Texto agregado el 29-10-2009, y leído por 330 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
31-10-2009 Maravilloso!!! Nos has mantenido en ascuas!! Ya quiero el finallllllllll!!!! ***** MariBonita
29-10-2009 Uffffs,relatas de manera perfecta.Es tanto que me siento cansada.Pareciera que soy yo la que escalo.Eso sólo lo hace alguién excelente,como tú. Estoy cansada;pero quería que siguiera. Nunca dudé de Berta,espero no equivocarme. Esto de esperar le da más emoción al cuento,aunque muera con la intriga. Eres genial,no puedo dejar de decirlo. Cuando termine desearé sentir esto de ahora.... Mis estrellas******** y un besito Victoria 6236013
29-10-2009 Y... ahora, ¿quién es el hombre? No creo que sea el policia. Para mí, que la Bertha está inventando. Amigo, amigo, esta novela está demasiado, pero demasiado cautivante. Me tienes en vilo. He estado esperando toda la semana para el desenlace, y nos mantendrás así una semana más. ¡Oh... no es posible! Mucha, pero que mucha angustia provocas con esta espera. Bella tu pluma, eres el genio del suspenso. Fascinante. Un besito. Sofiama
29-10-2009 ¡Qué locura de carrera! Me tienes totalmente desorientada; lo has conseguido, sin poder evitar seguir leyendo la historia. A eso se le llama saber escribir. maravillas
29-10-2009 ¡¡¡Excelente!!! Cada capítulo más apasionante.Todo un experto en el difícil pero maravilloso arte de lidiar con las letras. Hasta el final...********* almalen2005
 
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