Como finos cristales que caen y
se esparcen al pie de las montañas,
yacen mis fuerzas distantes y desiertas.
Hoy la tierra se desangra,
sus cascos duelen y exaltan penitencias.
Exclaman auxilio entre letanías y mendigos,
entre errores y descontentos.
Yace mi corazón
bajo un frío desbordante, a solas,
sin clamor se vacían los pensamientos.
Entrecruzando el silencio con el olvido,
se extravían las palabras que danzaron unidas.
Por qué duelen los frutos del vientre?
Hoy sólo aparecen extraños e hirientes,
como dueños y esclavos predicen su altivez
a lo mundano, a lo inicuo,
resaltando la bajeza de la incomprensión.
Hoy el horizonte en vano oscurece la razón
y agotada, clamo las voces, los muros,
lo absurdo de esta situación.