A veces siento que la tormenta no deja de caer; mientras que otras, sólo me quejo porque los árboles no me dejan ver la inmensidad del bosque.

Pero qué sucedería si repentinamente, un día despertara sin poder oír.

Entonces si que me perdería del trinar de las aves. No escucharía su voz. No sabría el significado de las palabras. No podría seguir los acordes de un viejo rock, ni siquiera de uno nuevo. No sabría de que ríen los demás, ni siquiera disfrutaría del chiste, por más malo que resultara ser. No pudiera apreciar el golpeo de un lamento ni la melodía del tráfico en la hora pico. No me alegría más al escuchar la risa de un niño.

O que tal si amaneciera sin poder abrir los ojos. Si perdiera la vista en un instante. No volvería a disfrutar del amanecer. Dejaría de escribir poemas a la luz de la luna y con el despertar de las estrellas. No volvería a suspirar con su sonrisa de cristal. No podría verme al espejo y empeñarme en cambiar mi ceño fruncido por una falsa sonrisa. No podría ver los instantes, como el despertar de las rosas, las flores del camellón, un niño jugar en el parque, un perro compartir su momento, al lado de su dueño; dejaría de ver como disfruta alguien de leer bajo el cobijo de un roble. No volvería a sonreír cuando un par de novios caminan, se besan y se toman de las manos. Ni siquiera podría quejarme de la mala programación que hay en la TV.

Peor aún sería si no pudiera oler. Sin duda, me perdería de toda esencia. No volvería a disfrutar de su perfume ni del aroma de su cabello, al enredarse entre mis dedos. Una flor perdería su belleza y su paz. No habría placer con la sopa de fideos. No volvería a comer sushi ni empanadas. La comida de mi madre perdería su sazón. Incluso, el olor de la basura y mis pies sería igual al de un alhelí.

Si no pudiera hablar. Entonces cómo podría decirle lo que siento. De que manera podría compartir esos momentos. Cómo le diría que la echo de menos. Cómo cantar. No volvería a gritar. Cómo decirle a alguien que no lo quiero, que simplemente le amo. No sabría expresar mis sentimientos ni emociones. Ni siquiera podría volver a quejarme o chismorrear. Ni mucho menos, podría reclamarme por no cumplir mis caprichos.

Que ocurría si no tuviera manos o brazos, a quién abrazar o qué golpear. O si me quedara sin pies o piernas, entonces qué podría patear en mis momentos de angustia y berrinche.

Creo que entonces si que tendría problemas. Porque ahora que lo veo. Todo lo que me sucede es sólo parte de mi aprendizaje. Debo aprender a tomar las cosas con responsabilidad. Empezar a ver que hoy puedo y debo comenzar de nuevo. Que tengo tanto que agradecer. Que no es imposible tener los pies en Tierra y los ojos puestos en el cielo.

Porque después de todo, si tengo un espacio. Se llama Aquí. Y también dispongo de un tiempo, se le conoce como Ahora. Y cuando se juntan, descubro que me queda tanto por vivir y agradecer….