Después de 7 años de derrotas ininterrumpidas, Andrés Karpio, logró por fin, una hermosa tarde de Octubre, olvidarse de su mundo. Así que ya, sin siquiera la facultad de dolerse por haberlo olvidando, vio el stan de libros solo como un buen adorno para su casa. La otra noche que vio a Drácula, por ejemplo, se quedó dormido, Shakespeare se le hizo de lo mas aburrido, al lobo lo acusó de fastidioso, y a los otros, Cortazar y los Beat, iban entrando a su cuarto cuando una intensa luz los extinguió. Remplazó sus tenis por un par de zapatos de cuero, el cuerito de su mano con figuras de la creación del mundo que le regalaron los indios de los andes, lo cambió por una pulsera de oro y opto por el wisky en lugar del café de la esquina, donde otrora, pensará en acabar con los dueños de la alcaldía y la gobernación.
Fue un hombre, por tanto, tremendamente aceptable, normal e infeliz.
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