de tu sombra armoniosa
de variadas periferias,
de tu sigilo candencioso
de mutiladas visceras que
se quiebran en los dedos,
se cae del cielo este
holocausto nervioso, estas
manos de suaves
ángeles
completando crucigramas
a las orillas de río.
Yo te espero en la esquina
de la tienda
de caramelos
para jugar un rato
a comprender nuestra
estrategia.
Y soñamos cuando
los días se nos quiebran en
las manos.
Y reímos cuando las
noches se nos
caen de a
pedazos.
Oh, el silencio
era tan bonito
tan tortuoso
tan silencio
que te dejaste caer
en las agarrotadas manos
de una sublime muerte.
Texto agregado el 28-10-2009, y leído por 155
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