Por qué me niego a la felicidad, si todo está más cerca de mí, de lo que imagino.

Para ser feliz no necesito sentir pasión por alguien más o desear a una persona o una cosa. Para ser feliz debo dejar de lado la necesidad de sentir un abrazo, un beso, una caricia o un adquirir un bien material.

Ya no debo concentrarme en quejarme. Ni permitirme seguir viendo lo que pasa en mi mundo exterior.

Por hacer eso. Por ver lo que hay fuera, olvidé lo que llevo dentro. Cuántas veces, a causa de eso, me desbaraté con el viento. Otras más caí y me levanté, pero me derrumbé cuando no pude sostenerme de pie. Creí que con rezar todo se resolvería, sin embargo la oración estaba en mí. El templo se encontraba más cerca que mi propia respiración.

Para ser feliz creí que creía. Pensé en poder y lujos. Pero todo se cayó cuando no tuve nada. Pensé que el amor duraba un instante y que todo pasaba. Sin embargo, desfallecí al verme solo.

No soy nada, todo lo que soy se encuentra adentro. Ahí donde se alberga la paz interior y la eternidad.

Hoy entiendo que la felicidad no tiene nada que ver con el triunfo, la ambición, el dinero, el poder, el prestigio o mi carácter. Sólo se alberga en mi consciencia.

Para ser feliz, sólo depende de mí. En vivir dormido o en despertar. E querer comenzar una nueva vida o en caminar como zombie o sombra en la oscuridad.

Necesito ser feliz y lo merezco. Por ello debo tomar mi vida en mis manos. Ser mas que un Guerrero un Temerario y estar dispuesto a jugarme el todo por el todo, porque en realidad no hay nada que jugar, tan sólo dejar de apostarle a la infelicidad.

Entonces, y sólo entonces, podré ver que soy feliz con lo que tengo en mí. No con lo que está de fuera. Necesito cerrar mis oídos y dejar de escuchar los ruidos externos. Cerrar mis ojos y ver la fantasía que alberga en un mundo. Clausurar mis manos y sólo creer en lo que toco. Tapar mi boca y dejar de hablar sin escucharme.

Debo comenzar por abrazar el silencio y escuchar mi interior. Así podré alcanzar la alegría, la misma que podrá llevarme al sendero de la divinidad y conocer la dicha. La misma que ha estado tan cerca y siempre he dejado escapar.