Soy un ángel exterminador a punto de contar mi historia. Pero tengo un inconveniente.
Me cierran el ciber y la morocha es tan bonita que me reservo mi espada de fuego para hacer el trabajo sucio de Dios.
Ya sabrán de mí. No saben lo solo que puede sentirse un ángel exterminador, a veces cuando deseo a alguien y lo tomo entre mis brazos hago de su cuerpo un montón de cenizas. Algunas mujeres frías y calculadoras de la alta sociedad coquetean conmigo. Las seduce la irresistible brutalidad del poder, la pompa elegante de un blanco uniforme de ángel y la espada de fuego.
Ahora me tengo que ir. Hasta pronto.
Hola he vuelto. Soy un ángel exterminador. Como mi tarea es muy reservada me veo obligado a andar por caber y locales para hacer mis informes a Dios. Así que para evitar ser reprimido en mis impulsos de limpiar cualquier obstáculo a mi obra, he decidido abandonar el caber de la morocha bonita que me inhibía en mis intentos de exterminación y estoy en un local de la calle Rivadavia y Río de Janeiro en cuya caja hay un viejo desagradable de Caballito al que con gusto pasaría mi espada de fuego por su cuello de arrugas y su garganta ejercitada en el arte de tragar sapos y propalar estupideces. Pero, lamentablemente, a mi señor Dios, es esta la clase de gente que le gusta. Limpia, ordenada, obediente, capaz de ejercer la caridad pero no a despojarse de su riqueza.
Ayer les contaba lo solo que era sentirse un ángel exterminador. El no saber lo que es el amor. A veces en el cielo, nos pasan las películas de Wim Wenders, Las Alas del deseo y Tan lejos, Tan cerca, para comprender la magnitud de la tarea del ángel y las tentaciones del Diablo. ¿Pero quieren que les diga una cosa? El Diablo no existe. Aquella historia de los arcángeles caídos en desgracia por haber desafiado al poder de Dios es un mito construido en los laboratorios de ideas del cielo (una anécdota, cuando el espíritu de Goebbels llego al cielo luego de su suicidio en el bunker de Berlín, le hicimos conocer nuestro laboratorio de propaganda y creación de mitos. Y quedo asombrado. Allí descubrio que su “miente, miente que algo queda” –charlatán Goebbels porque en realidad se lo robo a Napoleón, pero como era francés y había humillado a la vieja Prusia nunca se lo iba a reconocer- era una inspiración divina. A nosotros no nos sorprendió). El mito de los infiernos es en realidad la construcción de una gran pantalla, una puesta en escena del mal, que justifique el dolor entre los hombres. Porque el mal es una categoría de Dios y Dios es quien todo nombra y todo define, sin discusión, sin disidencia, sin posibilidad de discernir sobre su verdad.
Pero no nos vayamos, decía que ustedes no sabían lo solitario de la tarea del ángel. El deseo de amar incomprendido, la obscenidad de las mujeres ricas y los caballeros indecentes de las clases altas que nos quieren en sus sabanas por el solo hecho de sentir lo que es un polvo divino. Somos objetos de la muerte por los caprichos de Dios y objetos del deseo de los fríos corazones humanos. Ustedes me dirán, pero Dios es amor y en sus brazos no hay vacío ni dolor. ¡Mentiras! Una falacia más construida por el laboratorio de ideas del cielo (según los chismes, allí Lucrecia Borgia se pasea desnuda tratando de seducir a John Wayne con su eterno sombrero de cowboy americano). Dios es un perverso y un tirano. Nos somete por el temor a ser exterminados por sus poderes superiores y nos obliga a hacer cumplir sus reglas ridículas de castidad y su criterio selectivo de pureza y perfección porque opina que dejo demasiados seres que no cumplen su criterio arrojados al mundo (Fue Dios quien dicto el Leviatán a Thomas Hobbes porque temió que esos desarrapados que seguían a Cronwell derribaran su dictadura sobre la tierra). Un día nos dice, exterminen a los chicos que fuman paco en La Matanza; otro nos envía a fortalecer las matanzas tribales en Sierra Leona; otro a proteger a los marines en Afganistán e Irak; otras veces a provocar tsunamis solo porque se encuentra aburrido y las catástrofes lo hacen reír a carcajadas tan sublimes que en la tierra se reflejan como rayos y truenos que anuncian el fin del mundo.
Amigos tengo temor que los servicios de inteligencia de Dios detecten esta queja. Por eso esto va a dar a luz dictado a un escritor ateo que de Dios se mofa, que él se haga cargo.
Pronto volverán a tener noticias mías. Debo volver a trabajar y hacer sociales. Otro ángel exterminador, Joseph Ratzinger me invito a cenar. |