Ruego a los insignes aportantes a la cultura de este connotado Foro; a los que en estas apreciadas páginas describen con acierto la soledad de años lóbregos, la síncopa endemoniada del ulcerar del alma y el atribulado recogimiento de la angustia; o tal vez, si las condiciones espirituales les son propicias, la confusa ingratitud del dolor y los castigos impuestos por las rasgaduras del alma y acaso, el reptar de los supliciados por el tormento de la pasión, tengan a bien ayudarme a resolver ciertos asuntos que creo yo, tienen que ver con el amor o algo así.
Pero ruego como condición impretenciosa se sirvan pronunciar de modo afable, sin pasmos ni fastidio, y por supuesto, tengan a bien descartar sin violencia la pasmosa inquietud de los ensayistas o los artilugios del estilo fatigoso de los dragones de biblioteca.
Desearía se me proporcionase algo sencillo como la tabla del uno, o colgar un par de medias en la cuerda.
Ocurre simplemente que he caído en un estado de absoluta decadencia y ahora, justo ahora, me vengo a enamorar de una mujer. Un amor incontaminado, en estado puro si se me permite.
Un amor de teléfono blanco.
Corresponde a un caballero presentarse nominalmente.
Garantizo que respondo al tipo biológico del varón. En realidad en este aspecto no es preciso ser prudente pues resulta evidente que no carezco del apéndice que me identifica. De todos modos tengo fotos cuando mi mamá me bañaba y una pelota.
No tengo trabajo y me mantengo con lo que bondadosamente me alcanzan los vecinos y ciertas renta miserable por prestarle durante algunas horas mi gato a una vecina muy conceptuosa.
Necesito que vosotros me toméis del brazo( ignorad la metáfora servil que os deshonra) y me conduzcáis, con vuestras herramientas intelectuales por ese campo proceloso, celado – tengo entendido- por venganzas y pasividades sin mérito que es el amor, absolutamente desconocido por mi, excepción hecha de algo parecido que sentí en tiempos pretéritos por el muñeco de una prima.
Adolezco de aprehensiones que me limitan el criterio y es tal mi desconcierto que me he valido de diversas opiniones que me merecen respeto cuasi sacramental.
Todas han sido concluyentes: En los foros literarios está la solución para tu problema- me han sugerido. Los asiduos a los foros literarios – me aseguraron - conoce la materia del amor como el carnicero la media res.
El asunto es que una mujer me ha hechizado. No soy afecto a los arrebatos ni las supersticiones, pero creo que esta “cosa” que me apelmaza el magín no puedo intitularla de otro modo. Un toque milagroso, un murmullo de viento dulzón, como el que me envolvía en la calurosa iglesia cuando mi mamá agitaba el abanico frente a mi cara.
Pero es bueno que sepáis que se ha suscitado recientemente, para mi desgracia, un episodio inoportuno y pueril que ha contribuido al piélago de limitaciones que me acucian.
Me duele la boca a consecuencia de dos muelas indecentes que de consuno resolvieron atacarme sin previo aviso, justo ahora que me estaba preparando para un intento. No creo de todos modos que lo llevaría a cabo.
La despiadada dolencia conduce a sentarme al fresco en un banquito frente a la puerta de calle en busca de un alivio para mi cara hinchada. Me he puesto un pañuelo que me rodea la quijada atado con dos nudos fuertes sobre la parte superior de mi cabeza, de modo que comprima con fortaleza el bulto de la infección. No me ha dado resultado alguno pero confío en el procedimiento, pues es corriente verlo en los comics y pienso que tarde o temprano producirá el efecto deseado. Tengo un carácter muy imaginativo.
Lo cierto es que esta situación me impide, como se comprenderá, librar mis expresiones a través de la palabra, ingerir comidas sólidas, mascar chicle, etc. Debo apelar al arbitrio de tomar leche con una bombilla y absorber del mismo modo la sopa de brócolis. Es muy duro.
El lector se preguntará por qué no he ido aún a un odontólogo. Es una pregunta inteligente que requiere una contestación a tono.
Uno, desconocía hasta hace muy poco que existiesen profesionales en la materia; nunca leí nada al respecto en la inmensa biblioteca de mi padre donde pasé gran parte de mi vida. Dos, no tengo dinero para costear una atención, me he arruinado por motivos que no vienen al caso. Tres, si me levanto me roban el banquito.
Ayer la mujer que se ha apoderado de mis pensamientos pasó como de costumbre frente a mí casa arrastrando (literalmente) su perro. Me saludó bajando la cabeza y se detuvo con gesto de cansancio mientras el animalito alongaba los músculos del ano.
Buenas…me dijo. Yo le contesté elevando con un gesto rápido el periódico arrollado que siempre llevo en la mano.
¿Cómo le va?, intenté interrogarla con ambiguo gesto de la mano dirigido al abundante abdomen que la anticipaba o precedía.
Yo bien ¿y usted? ¿Se ha quebrado la quijada?
No precisamente, intenté explicarle señalando con el diario el bulto de la cara. Debí poner ojos como de pedir clemencia pues comprendió rápidamente.
¡Ah¡ ¿las muelas? Asentí con la cabeza. ¿Y ha tomado una Cafiaspirina al menos? Le contesto que no con un movimiento rápido, señalando con el diario el paño firmemente atado a la cabeza.
¿Cree que eso lo va a aliviar?
Ensayo un gesto de duda y miro el cielo. La estela de un avión deja una recta blanca y gaseosa. La invito con el diario a que la observe. Me contesta: Este cielo me tiene harta y por respeto a usted no digo “podrida”; ojalá llueva pronto para que refresque un poquito. Estoy toda sudada en lo sobacos.
La miro a los ojos por primera vez. Es una mujer deliciosamente pragmática.
Recuerdo algo:”El orden lógico de las ideas claras y distintas presupone un “decir” (Sprechen) que implica a alguien en una comunidad histórica de hablantes. Nuestro < ser-en-el-mundo-con-otros> mediante el lenguaje y en el lenguaje”.
Un ejemplo perfecto.
Luego le señalo el perro que en ese momento olía sus detritus para que comprendiese que me había dado cuenta que lo estaba paseando. Admito que generalmente mis interrogantes son ociosas, es parte de mi atrofia congénita, pero deberéis admitir que en esta oportunidad constituía en cierto modo un artilugio ciertamente ingenioso so pretexto de una conversación trivial, y en la búsqueda de un objetivo más preciso y picaresco.
Esta perra pulguienta ya me tiene “hasta aquí.”- se señala la frente. Me “clavé” con el bicho este cuando se fue mi marido. Que la veterinaria, que la carne, que las vitaminas, que sacarla con frío, lluvia y pegarle un puntapié cuando intenta subirse a la cama. Y sobre todo cuidarla para que no la preñen. Imagínese, sería lo último que me podía pasar. No se limpia las patas a la entrada, fíjese usted.
Asiento con resignación. Basta el conocimiento de un acto para percibir en el mismo una serie de rasgos confirmatorios..
Es muy guardiana – continúa - pero los vecinos se quejan de los ladridos ¿se da cuenta?
Y usted frente a esa dificultad que hace, le insinúo arqueando las cejas y juntando los dedos…Ella capta enseguida.
¿Sabe que hago cuando me se quejan?...
Le contesto “no”, con un movimiento del índice tipo limpiaparabrisas...
Los mando a la leche que los parió por no decir otras cosas inconvenientes para una dama, como por ejemplo váyanse a la puta que los parió…con perdón.
Qué mujer admirable, pienso. No en vano bajó del éter como un mensaje divino sin necesidad de augures o astrólogos.
Tomé un lápiz y una hoja que siempre llevo en el bolsillo, le pedí que me diera un tiempo muerto como en el basquet ubicando el índice bajo la palma de la otra mano, y me puse a escribí a trazos rápidos. “Mi mamá mantenía a mi padre, a mí y una perra que cuidaba con mucho cariño. La sentaba a la mesa y todo. Siempre decía que si comprendemos los mundos actuales y posibles, abiertos por el lenguaje, podemos llegar a comprendernos mejor a nosotros mismos. Cada ladrido era interpretado por mi mamá como la expresión del deseo de una pata de pollo por ejemplo, o un poco más de ensalada, en fin. Murió ignominiosamente…la perra. Este género de cánidos, como usted ha señalado con estricta elocuencia, son un problema; fornican con cualquiera de su raza cuando uno menos se lo piensa”.
Tomó la hoja, la leyó calmosamente, hizo un bollo y lo tiró lejos con un buen empalme de zurda.
Si señor, tiene usted razón… las levanta cualquier perro de esos y dejan por ahí los cachorros sarnosos ¡buaaajjj¡ Pero mire señor, una es cristiana y tiene que comprender el mundo, al fin de cuentas es un tema del instinto, pobrecitos. Nosotros los humanos nos parecemos en eso.
La miré interrogativamente.
Quise decir que si se dan las condicionantes adecuadas lo hacemos con cualquiera, entendiste “nene”. Bajé y subí la cabeza. El tuteo me pareció una ficha ganada en esta difícil contienda. Me sentí satisfecho con eso de “nene”. Me retrotrajo a los tiempos de la primera comunión y la admiración que provocaba con mi flamante trajecito y la moña blanca pegada a la manga derecha.
Bueno me tengo que ir, la noche va a ser larga; muchos cobran el sueldo entre hoy y mañana y tengo poco tiempo para bañarme y vestirme. Capaz que alguna hija de puta arregla para ocupar mi parada y me quedo revoleando la bombacha.
Chau…“nene”
Levanto el diario en señal de saludo. La miro alejarse contoneando como un llavero la contundente zona posterior y me quedo preguntando si doy con la estatura necesaria para merecerme esa mujer. No encontré aún la solución y por eso busco un consejo por parte de las plumas más brillantes de este foro. Aunque no sean brillantes los acepto, conmiserado noblemente.
Una humilde puntualización. Necesito algo que refiera elípticamente a un prado repleto de lilas, dos manos entrelazadas y el suspiro de las almas al conjuro del crepúsculo enrojecido por los mortecinos rayos del sol poniente. Nada de sexo feo y poca piel salitrosa, por favor. Gracias. ( dirigir la correspondencia por este mismo medio). Gracias y que tengan ustedes, una buena jornada.
Marqués de Sade
( Me llamo Leopoldo Pastucci)
¡Un momento¡ Advierto que soy muy olvidadizo y ahora, tras un inesperado lapsus de memoria salvaré una omisión. Quiero hacer un aparte de agradecimiento para mi amigo Luis que me ha permitido usar sus herramientas virtuales, privilegio si los hay, para dirigirme a los cuatro o cinco que lo leen, tengo entendido, lo cual de todos modos es infinitamente más que nada.
Gracias Luis.
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