Una voz tenue se escuchaba. Una voz tenue que Armelle escuchaba. Una voz tenue que decía "Mar".
Se aterró. Reconoció la voz. Sólo una persona podía llamarla así. Mar. Y no por la profundidad de sus ojos o por haberla conocido en ese lugar.
Sólo un ente en todo el mundo podía llamarla Mar. Y eso la aterraba.
Ella sabía quién era. Estaba claro, la única persona que jamás le dijo Armelle; que nunca quiso decirle "Army" porque no la consideraba comparable con un arma; que jamás le dijo "Ar-miel" porque no la consideraba lo suficientemente dulce.
La voz tenue se acentuaba. Eran gritos.
Armelle se escondía. No hablaba. No respondía. No sabía que decir. No sabía cómo hablar. El silencio reinó un momento. Armelle se dio fuerza e hizo un gemido algo extraño, comparable con el de un roedor que anda por una casa. Lastimablemente, en una piscina no hay roedores que gimen.
Se delató sola. Un simple gemido la delató.
Un hombre se acercó a ella. Se acercó a ella y gritó : "Uno, dos tres, encontré a Mar". Sólo en ese momento, Armelle se dio cuenta que había perdido el juego. Ahora ella era quién debía encontrar a sus amigos entre toda la gente que se bañaba en la piscina aquel caluroso día en el que ellos jugaban a esconderse.
Texto agregado el 26-10-2009, y leído por 131
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