Por enésima vez me he encontrado con ese personaje. Esta vez, se las da de criminalista. Me explicó que su carrera es fascinante, que sus métodos de trabajo son similares a los que podemos apreciar en una serie dedicada a investigación de crímenes. Que utilizando polvillos especiales, se pueden descubrir huellas, manchas de sangre y otros fluidos orgánicos. Yo lo escucho, como se escucha a esas personas que siempre sacan algo debajo del sombrero, es decir, con un poco de asombro y con un gran margen de escepticismo.
Me habla de cadáveres desmenuzados en la mesa de autopsia, de sesos colocados en la balanza para verificar no recuerdo qué. Y la rúbrica de todo esto, es la misma de siempre: extrae de su paletó amarillo una tarjeta de presentación de color café, en donde figuran su nombre y su profesión.
El asunto es que este mismo personaje ha sido chef de cocina, maestro de ceremonias, gasfíter, maestro albañil, profesor de música, pintor y comerciante de artículos varios entre otros diversos oficios. Y cada vez que me he topado con él, me ha descrito su labor, lo apasionante del rubro y, de paso, me ha entregado su tarjeta con todos sus datos.
Lo particular del caso, es que cada vez que ha cerrado un capítulo, se ha negado rotundamente a regresar sobre sus pasos, nada más con la cocina, ni con la llana, ni con cualquier instrumento que le haya sido útil en cada ocasión. Por lo que no dudo que en un próximo encuentro, abominará de los polvillos y los métodos que le acompañan en sus pesquisas y estará enfrascado en una profesión absolutamente diferente. Es muy posible que ahora sea un domador de circo o el entusiasta tripulante de una embarcación que se dirige hacia Oceanía.
Y mientras tanto, continúo repletando mi gaveta con tarjetas de toda laya y de cuando en cuando las reviso, por si en alguna encuentro el siguiente rótulo: "Personaje en continuo cambio de vocación"…
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