Destellos de lo eterno

Al ingresar en el mándala, como si traspusiera una puerta abierta desde mi propio interior, sentí mi espíritu separarse de mi cuerpo y, con la misma ingravidez de una molécula de sol, me
dejé llevar hacia un viaje magistral atrapada por sus azules destellos.

El mándala fue la llave mágica que me permitió
acceder al infinito por el exclusivo sendero de los sabios, convertida en exploradora del universo rumbo al origen de la vida.

Por un maravilloso instante me sentí invadida por una melodía de buenas nuevas y deslumbrada por la belleza de los armónicos colores que ante mis ojos se proyectaban.

Fui parte de un todo que me impregnó de un sentido nuevo de la existencia, permitiendo que atisbara los ríos de la sabiduría eterna, donde calman su sed los espíritus elevados.

Vislumbré el manantial desde donde fluyen las utopías y me encandilé con la luminosidad de sus aguas.

Envuelta en una vorágine de luz, permití que el amor y la paz me abrazaran y mi ser alcanzó en ese tiempo único, el éxtasis que brinda el conocimiento de lo eterno.