Gmmagdalena

Diálogo en Blanco y Negro

- Pero....¿desde cuando te ocurre eso?

- Mirá, un día me levanté y había perdido los
colores.

- Qué cosa extraña , nunca había escuchado nada
igual, o mejor dicho nunca imaginé que podía pasar. Pero si
me dejás que te explique ....

- Yo sí, sabía que algún día me
ocurriría; es un mal congénito; mi bisabuelo, mi abuelo y mi
padre lo sufrieron, estoy seguro que si fuera más atrás en el árbol genealógico, también encontraría en otros de mi familia ese fenómeno, o mal, o enfermedad, o cómo demonios se llame esta porquería. A veces hasta pienso que a alguno
de mis antepasados le hicieron una brujería. No te olvides que acá siempre hubo brujos.

- ¿Cómo vas a pensar eso? Aunque te diría que.....
- ¿Qué? ¿qué podés decirme? Qué
sabés vos lo que se siente al estar viviendo de esta manera, sin
tener ni siquiera un día de sol brillante y flores multicolores; ni
saber de qué color son los ojos, el cabello y la piel de una mujer
que te guste, aunque para mí .......ahora son todas iguales.....
- Bueno, no debe ser tan malo, peor, peor es no ver nada o todo del mismo
color, por lo menos ves en blanco y negro, imagino que será como una vieja película.

- Imaginás bien, pero me da bronca, ahora no puedo manejar
más .... por los semáforos, ni puedo disfrutar del rojo ni el verde, colores que le daban vida a mis días grises. Ni del azul y amarillo que son los de la camiseta de mi club preferido.

- ¿Porqué días grises? ¿Viste que lo tuyo es
depresivo? Primero gris, ahora blanco y negro; un buen día vamos a volver a hablar y me vas a decir que ves todo negro. Dejame que te explique
algo, quizás .......

- ¿Qué me vas a explicar? Lo mío no tiene
explicación. Al paso que van mis cosas te diría que eso puede ocurrir en cualquier momento.

- Pero che ¿no será que siempre fuiste un mala onda? Ni siquiera me dejás que te dé algún dato optimista o que te diga que en realidad......

- ¿Mala onda? Para nada che, ya te dije, fue de repente, yo siempre fui un tipo feliz, hasta que perdí los colores, o quizás me los robaron, no sé, te digo que eso también lo he pensado.
Mirá, ahora a vos te veo sólo en negro contra las casas blancas, como si fueras una sombra.

- Es que soy tu sombra, hace rato, desde que empezamos a hablar que te lo quiero explicar y no me dejás.



Josef

En blanco y negro.

Abrí los ojos, Karla estaba en blanco y negro. No se lo dije, no
deseba asustarla. Hasta el momento las cosas habían funcionado y me
sentía en el paraíso. Monté una empresa de “moto
taxis.” Empecé con un par.
Al día siguiente salí a las afueras, aparqué,
ascendí las dunas y cuando estuve en su cima, tratando de ver no se qué, encontré millones de metros cúbicos de arena en blanco y negro, corroboré.
¿Qué podía hacer viviendo inmerso en blanco y negro?

Todos los días, las caras pálidas, sus rasgos sin color, las expresiones de enfado o alegría oscuros y apagados. En cambio, los anocheceres, no había problema.
— ¿Ves que color tan hermoso se ha puesto? Le decía a Karla.
Y ella susurraba.
— El blanco de las estrellas y el negro de la oscuridad.
Y yo me sentía importante...
Cuando mi hijo Jerónimo cumplió diez años, lo
monté en el motocarro y partimos a la ciudad de sus tíos. El milagro tuvo lugar al llegar, vi en color. Aquello no sólo logró impresionarme, sino desquiciarme. Tras diez años en
blanco y negro, descubría que el color puede ser espantoso; resultaba obsceno.
Las mujeres, aparte de vestir tonos fucsias, tenían la piel amarilla o marrón, pero sobre todo limpia, sin los bellos puntitos del blanco y negro.
Dejé a mi chico, y mareado por las luces de neón, me emborraché en un local.
A la mañana siguiente había una mujer en mi jergón.
La miré con sorpresa y felicidad y le dije: “Estás en blanco y negro”. Se burló de mí.
Desorientado, cogí el cuchillo de cocina la perseguí y acuchillé. Mi pánico se desvaneció al descubrir que,
en efecto, su sangre era en blanco y negro. ¿Había visto a color? ¿Qué quería decir? Una idea me atormentaba.
Fui a por jerónimo, y cuando estuvimos a las puertas de Larsa, me
detuve, salimos del carro y le pregunté.
— Jerónimo.
— Sí papá.
— Dime la verdad. ¿De qué color ves la ciudad?
Me respondió de inmediato.
— En blanco y negro.
Mis presentimientos se cumplieron. Yo, en cambio la veía azul; e
incluso había avenidas con árboles verdes.
Me apresuré a dejar a Jerónimo en casa. Mamá no
estaba. Le ordené que esperara y le di un beso.
Conduje a las afueras y me interné en las dunas. Comencé a
caminar sin dejar de contemplar el entorno, y me invadió un malestar profundo e incómodo. Estaba en un mundo insólito, donde todo
refulgía con una intensidad y color demencial. ¿Estaba volviéndome loco? Me encontraba asustado; todavía había una solución.

Cuando me arranqué los ojos apenas sentí dolor. Lloré de alegría. De nuevo todo estaba en orden. Volvía a ver en blanco y negro.