Y comienza la función de esta noche. El circo enciende su iluminación curiosa y los artistas comienzan a explotar felicidad como una bomba molotov que en millones de países estalla sin consultar al reloj, a paso igual y decidido
Hay gente con la cara pasmada de risa garantizada por el momento; parte de la excéntrica actuación. Porque todos actúan; nadie es viejo, nadie es joven, ni lindo, ni feo. Sólo todos son, son más que “algo” y “algo” es más que todo.
Van los artistas fingiendo arriba de la cuerda floja, temblando de miedo por si llegaran
a fallar. Su maldita rutina de felicidad los obliga a llorar.
Mientras tanto, un niño saborea tiernamente un algodón de azúcar de rosa paz. Pues, come azúcar para incitar a su vida a respirar.
Después de la entretención todo tiende a cambiar. La atmósfera se torna gris para el payaso pintado con lápiz labial y oculto tras la máscara que cubre su realidad pálida. Su redonda y roja nariz espera en el camarín la nueva oportunidad para hacer soñar al incrédulo.
Las luces se apagan, los espectadores ya alegres y sorprendidos se retiran bailando al son del Valls conmovedor junto al presentador, vestido de un traje de lentejuelas, junto a la enana barbuda que salta sin descuido.
Y así va concluyendo el espectáculo maravilloso y difuso. Las ilusiones ya salen de viaje nuevamente. El circo señores, ya se va.