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Sangre de Dragón
Él se encontraba en el viñedo de su padre, con su pequeña y sucia daga arrancaba los bellos racimos, que pronto se convertirían en el mejor vino jamás probado, Rhin, el héroe de nuestra historia, apenas conocía la receta de ese exquisito vino, uvas, obviamente, sangre de dragón y… algo que no podía recordar. Racimo tras racimo iban cayendo en la cesta, cuando una uva explotó, curiosamente tenía Rhin un racimo en su mano y una de las uvas había explotado, lo curioso era que en donde la uva había explotado había una pequeña flecha, que, por suerte, no había atravesado el racimo porque no llevaba el suficiente impulso, Rhin levantó su cabeza y observó de cabo a rabo a su majestad, el pequeño príncipe de los elfos. Rhin se enfureció. Generalmente, el príncipe iba con dos elfos de su guardia personal, pero esta vez no, Rhin no desaprovechó esta gran oportunidad, se abalanzo sobre él, a la tierna edad de nueve años Rhin sabía perfectamente como pelear con su sucia daga, el príncipe soltó su arco y sacó su reluciente daga de plata, lucharon hasta que ambos quedaron sin fuerzas, unos cinco minutos a lo sumo, el resultado, Rhin embarrado y empapado en sudor, pero sin ni un rasguño, y el príncipe, sin su daga, con varios cortes en los brazos y, obviamente, sollozando, en un grito estruendoso dijo. -¡Maldito campesino, estúpido, vulgar e imbécil! Rhin echó a correr, tomó su cesta y fue hasta su casa, mientras el príncipe se alejaba despotricando gritos de cobarde, estúpido y otros improperios que es mejor no decir.
Doce años después dos elfos de relucientes armaduras, pertenecientes a la guardia personal del rey tocaron a la puerta de Rhin, el cual abrió la puerta y los observó detenidamente, hasta que al fin uno de los elfos dijo: -Estamos reclutando a todos los elfos jóvenes del imperio, para la batalla con los señores de la muerte, y buscamos a Rhin Mhohalij. Y el otro dijo: -Es obvio que es el. Primero probaremos tus habilidades, ¿tienes espada? –seguro, respondió Rhin, voy a limpiarla, espérenme en el viñedo.
Rhin, a hurtadillas de su padre, escondió la daga de plata que doce años atrás había arrebatado al príncipe, tomó la espada que en su familia había pasado durante siglos de generación en generación, salió al viñedo, donde se encontraba uno de los elfos afilando su espada contra una roca, que le dijo: -¿ya estas listo?, Rhin asintió, bien, vámonos, ¿supongo que no te importarán algunos cortes?... Lucharon y Rhin fue aceptado.
En el castillo le esperaba una sorpresa, su capitán seria el príncipe. Se le entregó una armadura, un escudo y una lanza, también, una funda para su espada. Tuvo que estar en entrenamientos básicos y demás. Su armadura era muy ligera, pero muy frágil, aunque cubría cada parte del cuerpo, el material era endeble; simple cuero endurecido cuya parte interior estaba recubierta de cota de malla, lo que si era pesado era el escudo, una enorme rueda plana, de acero, ligeramente cóncava y que podía cubrir desde el hombro a la cintura. El día de la batalla ya estaba entrenado para cargar con esa mole de escudo, un ejército enorme se acercaba, unos diez mil hombres, el ejército de los elfos contaba sólo con cinco mil de ellos, más la guardia personal del rey, unos dos mil guerreros que generalmente no entraban en la refriega ya que se quedaban al lado de su señor. La batalla comenzó, los ejércitos chocaron con violencia, Rhin arrojó su lanza y asesinó a uno de los capitanes contrarios, sacó su espada y cercenó la horrible cabeza de uno de sus enemigos, tenían rostros totalmente lampiños, eran completamente pálidos, ojeras excesivamente demarcadas, dientes entre filosos y romos, amarillos eran, y, en lugar de orejas unos agujeros en la cabeza. La espada de Rhin arrancaba miembros, atravesaba la carne y cercenaba cabezas, un enemigo se le acercó, un gigante incluso entre los suyos, cada estocada detenida requería de un esfuerzo sobre natural aún para un elfo, cuando, de repente, Rhin lo vio… volaba sobre sus cabezas, magnífico, terrible y sobrecogiendo los corazones de terror, el gran dragón, Fhegholoren, todos, incluso los señores de la muerte y su atacante, sus enemigos, se acobardaron, pero, Rhin, a pesar del gran miedo y angustia que lo carcomían, lo siguió, siguió al dragón, corrió a través del campo de batalla, hasta que, el enorme dragón, desapareció.
Allí, parado en medio de una montaña, Rhin gritó y lloró de pura rabia, la niebla de la montaña se cernió sobre él al igual que la desesperanza y desolación, en su mente lo azotaban imágenes que predecían el horrible destino de su gente, pero, en medio de su furia, escuchó un ruido y luego un doloroso golpe en la espalda.
Rhin salió disparado por los aires, azotado por la gigantesca cola del dragón, cayó a tierra, se incorporó rápidamente y esperó, … oyó el ruido de nuevo, pero esta vez giró sobre si mismo y asestó un golpe a la cola del dragón, escuchó un chillido luego vio algo enorme retorciéndose en el suelo, era el pedazo de cola del dragón que había arrancado, un cuerpo enorme lo alzó por los aires y Rhin empezó a luchar, el dragón le asestaba terribles golpes, mientras la espada se ensartaba en la carne, después de muchos sangrientos golpes y estocadas, Rhin golpeó la cabeza del dragón y este, atontado, cayó de los cielos, Rhin saco esa vieja daga de plata y la enterró en el lomo del dragón, saltó, aun agarrado de la daga y quedando justo debajo del enorme cuello, sosteniendo con la siniestra la daga y con la diestra la espada, hizo un rápido mandoble horizontal y con ese profundo tajo, acabó con la vida del gran rey dragón. Rhin tenía que hacer algo rápido, el dragón le iba a caer encima, se soltó, quedando por encima del lomo del dragón, el dragón cayó con un enorme estrépito a tierra, Rhin cayó encima y se desvaneció. Despertó en una confortable cama con sedas y cuando salió de el castillo, que era donde se encontraba, oyó un estrepito de gritos y aplausos mezclados con música y resonar de platos y copas, ¡se estaba celebrando un banquete en su honor!, un enorme banquete, todo el reino de los elfos estaba allí, una mano se alzó en la cabecera principal, era el príncipe pidiendo silencio, se levantó, fue hacia Rhin, se paró a su lado y dijo, ganándose los favores de su pueblo, -este es Rhin , el más grande de todos los héroes élficos, el elfo que venció al más terrible dragón que se ha alzado en vuelo jamás-, a lo que todos los presentes respondieron, -¡salve Rhin, el más grande héroe!¡salve nuestro príncipe, Agarthos, el magnánimo!-.
Y así Rhin se convirtió en el más grande de los grandes, se dice, que una vez Rhin fue visitado por el gran dios en persona, para convertirlo en el guerrero de los dioses, pero, eso forma parte de otro relato.

Texto agregado el 25-10-2009, y leído por 61 visitantes. (0 votos)


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