Hubo varios “feliz año nuevo, Cata” por adelantado y también algunos “pórtate bien gurrumina”. Alguien, por ahí, preguntó si la gata se asustaría con los fuegos artificiales, después de todo se quedaba sola en la casa. Otro respondió que podía ser.
Desde su lugar en el sillón, Catalina los vio irse uno por uno. Quien afirme que un animal no puede tener expresiones, entonces nunca tuvo una mascota. Es, casi, como afirmar que las estrellas no brillan sin alzar la cabeza al cielo nocturno.
La gata siamesa estaba triste.
No, estaba extrañada. Sabía qué estaba ocurriendo y sabía que no podía hacer nada. También sabía lo que iba a pasar y que tenía que dejar que pasara.
Uno a uno, las joyas de su tesoro se iba yendo. ¿Volverían?, ¿quién podría contestárselo?, todo se parecía a un rompecabezas. Su corazón le decía una cosa y su mente otra. Era solo por unas horas, de las 11 hasta las 2 a más tardar, pero a las 12 todos celebraban y empezaban los estruendos. A las doce y un segundo (podemos atrevernos a decir, sin miedo a ver del otro lado del espejo, que era más precisamente en el espacio nulo entre las 11:59 y las 12:00) llegaba la magia.
Y Catalina lo sabía.
Los vio irse y escuchó como se cerraba la puerta con llave, la puerta que por su propio bien sus Protegidos no la dejaban cruzar. A veces, durante la noche, la gata se subía a la mesada de la cocina y miraba por la ventana al cielo. Mil y una estrellas como cuentos se reflejaban en sus ojos marinos, mientras sus Protegidos dormían.
Quien haya observado a un animal en silencio habrá notado que hay algo que parece fusionarse con el núcleo luminoso de la vida. Los ojos de la gata siamesa reflejaban el Aura del mundo. Estaba donde tenía que estar, donde el Aura se reflejaba con mayor intensidad en sus ojos donde podía vivir y proteger, donde sus ser se fundía con la canción del universo.
Acaso la gata podía soñar.
Entonces dieron las 12 y
(en algún lugar, en un criadero)
La luz apareció, las luces verdes del Aura Vital
(en algún lado, en Villa fox)
Revitalizaron todo lo que existía en ese instante (si es que puede llamarse “instante”) que está entre las 11:59 y 59 segundos y las 12 del 31 de diciembre. ¿Qué hay ahí?, sólo Aura, sólo esencia, sólo Todo.
Quien se haya detenido un segundo a observar una esquina al atardecer podrá comprenderlo todo mejor. Esa esquina siempre quiere decir algo, pero en un idioma que no entendemos porque no es de este mundo. Quien no, estará sin visión. Quien haya visto las ramas de un árbol al viento tendrá una idea de lo que ocurre en esa fracción desmedida y olvidada, que no pertenece y no obedece. Allí hay tanta existencia que se crea un mundo aparte. Esa fracción que pertenece al Único y no a los hombres, es quizás su morada.
La gata se detuvo en ese momento de vacío reglamentario y brillo vital. Se detuvo allí porque podía hacerlo, al igual que cierto cardenal y que cierto conejo.
Se detuvo y contempló la aurora del mundo en un caleidoscopio. Las paredes del tiempo se parecen mucho a esmeraldas. Los colores son pasteles y allí todo es bello porque la fracción no pertenece al universo
Todo allí es paz:
- Otro año complicado, ¿he Catalina?
La gata soñó con otro mundo. Le era permitido ese tipo de cosas:
- Pero lo hiciste bien. Tus Protegidos van encaminados.
- Puedo hacerlo mejor- dijo la mujer que estaba en donde antes había estado la gata.
- Siempre se pueden hacer mejor las cosas, pero a veces hay que admirar y no ver. Ahora empieza 2008 año de hombre, ¿estás lista?
- ¿Los otros?
- Saben soñar.
- Entonces estoy lista.
- Bienvenida de nuevo al tiempo de los que flotan en este mar infinito, Agnamoel, Ángel de Amor. Habrá tormentas y naufragios porque las paredes esmeraldas del No Tiempo desaparecerán por otro año. Pero estás preparada. Cuídalos.
Y el Ángel asintió. Las paredes del No Tiempo se borraron.
Y una gata siamesa llamada Catalina corrió a esconderse bajo la cama, espantada por los fuegos artificiales que anunciaban el final y el principio de su Tarea.