VENENO
Me acuerdo cuando nació, que gran alegría sentí, él vino a llenar un vacío inmenso en mi vida. Jugábamos al caballito, al corre que te pillo...de a poco fue creciendo, haciéndose cada vez más fuerte, corriendo entre las gallinas, los patos y los perros. La felicidad rondaba en cada momento mi hogar y claro, hasta se me parecía, con esa inquietud, con ese andar de acá para allá todo el día, con ese hablar como cotorra y darle al movimiento de la lengua y por qué esto?, y por qué esto otro?.
Mi niño, era mi vida...cuando fue tiempo de ir al colegio, fue el más listo del curso, mi cachorrito, el mejor de todos entre tanto hijo de gente rica y pudiente, mi niño los ganaba lejos...cierto es que a veces me lo dejaban cara al muro por largas horas por alguna travesura, pero no era malo, solo era que tenía mucha energía y no sabía como agotarla.
Ahhhh mi niño querido, como se me inflaba el pecho cada fin de año cuando venían las premiaciones y siempre estuvo ahí sobre el escenario para recibir su premio y las felicitaciones de los profesores, recuerdo que yo lloraba en silencio entre los demás padres de puro contento.
No me di cuenta cuando ya era casi un hombre, de pronto ya se afeitaba, se bañaba a cada rato y muy peinado salía al pueblo cercano, yo feliz de verlo tan buen mozo, lo animaba y hacía de cómplice y hasta orgulloso estaba de sus conquistas.
Nos sentábamos bajo el parrón a tomarnos unas cervezas y me hablaba de sus correrías y peleas con otros muchachos de su edad y a mí se me hinchaba el pecho de verlo tan agrandado y así, sin saberlo de a poco a poquito se me fue adentrando en el vicio húmedo del vino...mi niño se me iba y yo ciego de orgullo no lo vi, es que el amor que le tengo me cegó y de pronto me vi esperando madrugadas sentado bajo la parra del patio, para verlo llegar revolcado y con su carita sucia de tierra, y sus ojitos extraviados.
Mi niño se alejaba cada vez más, sumido en el alcohol y las malas juntas, a veces no llegaba, entonces yo salía a recorrer los caminos hasta el pueblo y lo encontraba, tirado en una acequia, lo subía a la carreta y lo cubría con mi manta, no fuera a ser cosa que el hielo lo matara.
Otras muchas veces lo veía llegar de madrugada borracho y no me atreví a decirle nada, solo lo seguía hasta su pieza, lo ayudaba a acostarse, le quitaba los zapatos y lo tapaba con la manta, en esos momentos este cariño que sentía, se me allegaba a la garganta y ahí se trenzaba en un nudo enorme y en la penumbra de la casa lloraba en silencio, me acercaba despacito hasta su cama para besarlo y decirle.....mi hijo querido...mi niñito lindo....¿dónde te has metido?....Mi mujer desde la otra pieza me gritaba....- viejo...oye viejo...llegó otra vez borracho – le dijiste?...oye viejo..le dijiste?...Y yo en silencio pensaba.
Mañana se lo digo....si mañana sí, que se lo digo.
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