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Cuando estaba en el colegio, Marquito ganó el Primer Lugar en el concurso literario organizado por los profesores de Religión, con motivo de la colecta del Domund, con su composición tema: “El Señor proveerá”. En ella decía que más importante que el dinero recaudado en la colecta, era la recaudación de vocaciones, y que si había fe, Diosito no iba a dejar pasar hambre a sus misioneros.

Marquito había sentido el llamado del Señor. Apenas terminado el colegio, reunió a su familia y les comunicó su decisión irrevocable, fundada en el Amor a Dios y al Prójimo. Nada pudieron las lágrimas de su madre, ni las amenazas de su padre (los hermanos no dijeron nada, estaban felices porque creían que los curas no recibían herencia), y Marquito partió al Seminario.

Donde fue muy bien recibido, porque tenía fe, y era un joven muy inteligente y trabajador. Estudió mucho, y ganó todos los premios que había por ganar, incluida la beca para el postgrado en Derecho Canónico, en Roma, primer paso para convertirse en Príncipe de la Iglesia. Pero para sorpresa de todos, renunció a ella, y expresó su voluntad de convertirse en misionero. Ante toda la plana mayor del Seminario, reunida para convencerlo de que, hoy en día, la Iglesia tiene más problemas con los creyentes que con los paganos, Marquito leyó su composición tema “El Señor proveerá”. Los ojos de los sacerdotes se conmovieron hasta las lágrimas ante tanta fe (aunque sea difícil de creer), y con la bendición de sus maestros, el joven misionero partió a la selva, a evangelizar chunchos.

Pasó casi un año con las tribus que vivían cerca de la capital de la provincia. Marquito sintió que su fe decaía en algo, porque estos chunchos ya estaban corrompidos por los vicios del Hombre Blanco, y no pudo devolverlos al camino del Señor. Así que decidió internarse adentro en la selva, en busca de chunchos vírgenes. Partió en contra de los consejos del Arzobispo, que le advirtió que la selva adentro es muy peligrosa, y que los chunchos paganos son salvajes. Pero Marquito le leyó su composición tema, y le dijo que tenía fe en que el Señor lo ayudaría. Y sin más, partió.

La verdad es que, durante el camino, pasó mucha hambre. Poco experto en reconocer los frutos no venenosos, Marquito sólo se alimentó de plátanos silvestres. No mató ningún animalito del Señor, porque había leído en la Biblia que el Padre destinó, como alimento para el hombre, a los frutos de los árboles. Pero también había leído que Diosito proporcionaba alimento a todos los pajaritos del cielo, y que él era más valioso que un pajarito. Así que confió, y pudo soportar las cinco semanas que le tomó llegar a una aldea chuncha, incontaminada por el Hombre Blanco.

Los chunchos lo recibieron con sorpresa: los niños y las mujeres huyeron de él, como si hubiera sido un gran animal salvaje; y los hombres sacaron sus lanzas, y amagaron ensartarlo como a un picuro. Pero Marquito les sonrió, y les dijo que él era el enviado del Señor, que venía para llamarlos al Cielo. Aunque no entendieron su lengua, sí entendieron que Marquito no mordía, y se tranquilizaron. Luego, se acercaron a tocarlo, primero los hombres, luego la mujeres, finalmente los niños; todos le tocaron los brazos, le hundieron un dedo en las costillas, y sonrieron burlones. Sí, se burlaban de que estaba flaquito, pensó Marquito que pensaban los chunchos, y se alegró de esta primera comunicación entre ellos. Una mujer le puso en el suelo un tazón con yuca sancochada, y un tazón con agua, y el misionero, dando gracias a Diosito, comió y bebió bien, después de muchos días.

No le dieron una chocita, sino que le hicieron con paja una especie de cama, bajo un cobertizo, junto a la que colocaron su tazón con yuca y su tazón con agua. Pasados unos días, se dio cuenta de que los hombres lo ignoraban, sin integrarlo a la vida de la aldea, como él sabía que sucedía en otras tribus, ni mostrar curiosidad por sus cosas de Hombre Blanco. En cambio, cuando se acercaba a las mujeres, éstas le tocaban los brazos, le hundían un dedo en las costillas, y le llenaban el tazón con yuca, porque seguía flaquito. Los niños jugaban todo el día con él, y lo llevaban a bañarse al río. A veces, Marquito creía notar que los hombres regañaban a los niños, cuando los veían junto a él. Tal vez desconfiaban de él, tal vez a causa de algunos Hombres Blancos que habían conocido antes. Estaba impaciente por aprender su lengua.

Pasaron unos meses. A causa de la dieta de yuca, que Marquito no rehusaba porque las mujeres se enojaban si encontraban su plato intacto, subió mucho de peso, y parecía uno de los curas gordos del seminario. Hubiera querido cambiar de menú, y compartir la comida que incluso los niños de la aldea disfrutaban, pero comprendía que el Señor había proveído yuca, por el momento, y no se quejaba. Para ser feliz, sólo le faltaba empezar su tarea de evangelización.

Una mañana, se acercó a él el viejo Jefe, con su tocado de plumas verdes; le palpó el brazo, las costillas, y sonrió, aprobando. Marquito también sonrió, porque por primera vez, se sintió aceptado. Había pasado la prueba; ahora sí, el Jefe parecía haber comprendido que Marquito era confiable, y dio gracias a Diosito. Mientras oraba, Marquito escuchó las palabras que el Jefe usaba para llamar a los demás hombres de la aldea, tal vez para comunicarles la buena nueva. Sólo que esta vez, sin que Marquito supiera por qué, los niños empezaron a llorar, mientras sus madres los arrastraban dentro de sus chozas, y el Jefe les decía algo, con cierto tono de reproche. Bueno, ya irían al río después. Lo que entonces importaba, era que pronto, Marquito empezaría a civilizar a estos chunchitos, les hablaría del Señor, y les leería su composición tema. Pero primero, tendría que aprender su lengua, porque no los entendía.

Lo cual era una suerte, porque si Marquito ya la hubiera podido entender, habría sabido que el Jefe les decía a los niños que cuántas veces les había dicho que no se encariñaran con la comida.

Texto agregado el 23-10-2009, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-10-2009 Por favor,que cuento estupendo.Esperemos que antes que se lo coman Diosito le mande una ayudita.Lo disfrute mucho Alberto,gracias ********* shosha
 
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