Miles eran las razones para quejarse de una existencia como aquella, pero para ello la razón se hacía necesaria, y en este caso era toda una fortuna su ausencia, dado que quizás, solo actuaría como una herramienta generadora de sentimientos innecesarios y estorbosos ¿de que podía servirle quejarse? ¿A quien iba a dirigirle sus quejas? ¿A un Dios del que lo único que recordaba era a su representante, quien siempre lanzaba amenazas y ejecutaba castigos brutales en su nombre? Estos interrogantes la ubicaban en una soledad desoladora donde quedaba ella misma inmersa en un estado del ser que le dejaba lejos de toda posible influencia o dependencia de un factor exterior. Esto ignoraba Damián, aun a él siendo un profundo conocedor de la naturaleza humana, Jamás esperó que tras esa locura hubiera algo, ignoraba este hecho simple: una vida humana seguía existiendo tras ese velo de locura. Una existencia que se resguardo de él, del cielo, del infierno, de los hombres una existencias que se deshizo de todos su saberes para vivir.
Hay un momentos en la vida de todo hombre en que el llega a ser intocable y es ese donde esta de frente al universo como él mismo, sin ninguna clase de esos sentimientos engañosos y distorsionadores de la realidad que a nada puede llevarle; antes bien le extravía. La justicia, el amor, el perdón, en esos momentos no son necesarios para decidir algo. Al igual que dios, el diablo, el demonio, quizás ninguno de ellos resulte útil para la decisión a tomar.
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