Esta mañana
me recitaba la guitarra
versos de libertad,
me decía que no hay límites
en las fronteras del adiós,
que ni el viento, ni el sol,
ni la luna saben de calor.

Y tras esa puerta
que fría aparece la mañana,
se mezclan todos los matices
de la soleada oleada de frió
que empieza a llegar,
como un invierno polar
con vistas al mar
que dejamos de adorar.

Y no he muerto,
medio entumecido siento mi cuerpo,
siento renacer las ideas
tras guiños de incoherencia.
Yo no he muerto,
tan solo despierto
ante el gélido paraje
que va definiendo el invierno.


Jerez, 22 de Octubre de 2009