AMIGOS EN EL SILENCIO
CUENTO
AUTOR: JORGE DURAN (Jorge cuentero )
Entonces yo era un niño. El un anciano.
El pueblo se llama aún Fortín El Patria, al sur de San Luis.
Ahí pasé gran parte de mi infancia. Un universo de recuerdos guardo de aquel mundo: La escuelita de chapa, la campana colgada de un árbol, la enorme olla negra donde se hacían los guisos para que comieran los niños.
El no hablaba…
El caminaba entre las vías del tren buscando no se que horizontes.
Llevaba un turbante blanco inmaculado, siempre limpio. El torso desnudo invierno y verano. La piel cobriza lucía en todo su cuerpo como estriada, lista para quebrarse.
Mi padre me contó que era Hindú pero que debía decir Indio. Que vino con los ingleses a construir Ferrocarriles y que muchos de Ellos aún andaban dispersos por muchos pueblos.
No hablaba español.
Callado… Taciturno…
Yo lo visitaba casi todos los días y muchas veces le llevaba alimentos.
El jefe de estación lo dejaba refugiarse en un galpón de carga que siempre lo mantenía muy limpio.
Como digo no hablaba español, pero si inglés, puesto que cuando los inspectores ingleses inspeccionaban la zona lo hablaba con Ellos.
También pasaban por el pueblo trenes que iban y venían. En los techos de los vagones muchos hombres como mi amigo con los mismos turbantes. Entonces hablaba con Ellos en su lengua madre.
Nunca supe su nombre…
Me sentaba a su lado y compartíamos el silencio.
El siempre miraba el cielo, las vías, los pájaros. Pero sobre todos los trenes de carga y los seguía con su mirada hasta que el puntito negro se perdía en el horizonte.
Muchas veces pensé que era mudo, pero mi padre me reafirmaba que lo había sentido hablar.
Un día se presentó en mi casa trayendo una cartera con correa de colgar al hombro de cuero muy grueso. Mi padre dijo después que era una cartera del ejercito Inglés. Ajada ya por los años.
La volcó sobre el escritorio de mi padre y aparecieron recortes de diarios Ingleses y fotografías color sepia.
En todos los recortes aparecían fotos de multitudes trabajando en puentes, caminos, ferrocarriles.
Los custodiaban militares con uniformes color caquis y armas largas en las manos.
¡ De lo que son capaces los hombres!
De pronto revolvió entre los recortes y eligió una foto que mostraba una hermosa mujer, joven, con un punto en la frente a la altura de la nariz. Tomó mi pequeño dedo con su mano y acarició ese rostro por unos instantes. Luego la puso entre mi mano y la serró suavemente.
Me miró a los ojos. Rodó una lágrima pesada por la catarata de su rostro y dijo: “Mama”… Así, como suena, sin acento…
Sin mas se retiró de mi casa. A la tarde pasó un tren rápido que siempre salíamos a verlo correr muy velozmente. Ese día paró unos momentos para que la locomotora tomara agua. En el techo de un vagón, de pié, agitando los brazos, mi amigo nos decía adiós.
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