Sentado en las baldosas frías, con las piernas cruzadas y un libro entre las manos, espero. Falta media hora para la función de las seis y media. Tengo media hora para leer el libro. Demoro el mismo tiempo en ducharme, en desayunar, en llegar a la universidad cada mañana. Así sumo una hora y media, lo que dura la película.
Abro el libro, necesito leer para matar el tiempo. Si no leo, uso mi imaginación y siempre termino matando a alguien o muriendo trágicamente. Qué imaginación terrible la mía. Leyendo evito esos infiernos.
Tengo marcada la hoja, clavo la mirada en la primera letra del párrafo, esto ya lo leí pero lo leeré otra vez para recordar dónde quedé. Enderezo la espalda, me duele de tanto andar encorvado. Suspiro para comenzar... Suena un teléfono.
A mi derecha, clavado en el muro, hay un teléfono público que suena y suena. Hay más personas esperando la película, una pareja allá, un hombre de terno acá, la señora en la boletería, el perla que corta los boletos... Y nadie presta atención al artilugio.
Cierro el libro. El teléfono no deja de sonar, me irrita, me fulmina, no puedo permitirlo. Me levanto y atiendo.
-¡Aló!
- Buenas tardes caballero.- la voz de mujer parece haber pasado días enteros llorando. Me dijo caballero. Mierda, no soy tan viejo.- Disculpe que lo moleste, ¿se encuentra por allí Claudio Cepeda?
- Espere.
Me pongo el auricular contra el pecho, suspiro fuerte y miro a mi alrededor.
-¿Hay alguien aquí que se llame Claudio Cepeda?
Nadie contesta. Repito la pregunta y obtengo miradas nubladas y encogimiento de hombros. Carraspeo y respondo al teléfono.
- No hay ningún Cepeda acá. ¿Sabe a dónde está llamando?
-¿Al Normandie?
- Sip.
Espero, pero sólo oigo el continuo snif del moquilleo quejumbroso.
-¿Y para qué busca a Cepeda?
- Me dijo que iba a ver la película hoy, así que esperaba encontrarlo allí como a esta hora.
-¿Y puedo saber para qué?
No me interesa, pero insisto. Tengo el libro cerrado en la otra mano, con el índice marcando la página indicada, añorando esa lectura prometida.
- Es que anoche tuve un sueño terrible, y quería comentárselo.
-¿Y por eso llora?
Oigo tos y la sonora expulsión de una flema.
- Es que siempre le cuento mis sueños. Estaba con él en Papudo, creo que era Papudo, y me daba un beso. Nunca me ha dado un beso como el del sueño, no estamos pololeando, pero igual se lo quería contar. Y después del beso él me dijo que tenía que ir a su casa a buscar no sé qué y que volvía altiro. Entonces lo esperé, pero como no volvía lo salí a buscar. Y no sabía dónde estaba su casa, y donde quiera que mirara había alguien que se le parecía, pero no era él. Entonces yo bajaba a la playa, porque allá íbamos a ir después, y lo encontraba con un grupo de amigos. Voy a darle un beso, pero él se aleja a conversar con otro grupo de gente. Voy otra vez y de nuevo se aleja, y así ocurre toda la tarde. No me mira. Ni me habla. Se va con sus amigos, me ignora...
Cuelgo. Faltan quince minutos para que comience la película, así que voy a comprar la entrada. La señora ni me pesca, corta el boleto, recibe la plata y sigue con su tejido a crochet.
Voy a entrar, voy con la entrada en la mano, el libro en la otra, la mochila colgando de un hombro... Y suena el teléfono. Qué lata. Miro la hora, si contesto y me toca esta mina loca otra vez, le cuelgo altiro nomás. Voy, pero otra persona se acerca a contestar.
-¿Claudio Cepeda?- dice el hombre.- ¡CEPEDA!
Como nadie asume, otra vez, levanto la mano. Voy y recibo el teléfono, tratando de fingir la voz, tratando de imaginar cómo hablaría Cepeda.
-¿Qué queríh?
-¿Claudio? Hola Claudito, te llamé recién pero no estabai... ¿Cómo andai? ¿Qué hai hecho?
- Na poh, voy a ver la película.
- Es que quería contarte una cuestión ¿Teníh tiempo? Anoche tuve un sueño, soñé que me ganaba el loto y que comprábamos un departamento y nos íbamos a vivir juntos. ¿Te gustaría? No tendríamoh que juntarnos a las titantas los fines de semana, podríamos estar juntos casi todo el tiempo. ¿Te gustaría? ¿Te gustaría, Claudito? ¿Claudio?
Cuelgo. Suspiro y levanto el auricular, meto una moneda y marco el número de mi departamento.
-¿Aló? ¿Ángel de mi guarda dulce compañía? ¿Cómo estai, hermosa? ¿Cómo te fue en la pega?... ¿Te aprobaron el proyecto?... Pucha, pero mañana... Sip. Voy a llegar tarde, estoy en el cine, sí... Y, quería contarte algo. Anoche tuve un sueño y... ¿A qué hora voy a volver? Como a las nueve, nueve y media, por ahí. ¿El sueño? No era nada, olvídalo. Nos vemos, preciosa de mi corazón, te amo, sí, sí, yo también... No. Después discutimos eso... Después, ahora estoy apurado, la película va a empezar... Dije que después. Chau.
Cuelgo y suspiro. Tengo una taquicardia terrible. Miro la entrada, miro el libro, miro la hora... Voy a la boletería y pido a la tejedora que me devuelva la plata, porque tengo que hacer algo importante y me había olvidado, puro chamullo. La mujer accede sin soltar el tejido. Ni le importa la plata, no soy indispensable.
Salgo a caminar con el libro en la mano y el índice marcando la página. Me cruzo con un lolo, joven de bufanda de colores. ¿Será Claudio Cepeda? No le pregunto. Más allá viene otro tipo, acompañado por una amiga que lo mira con ojos de adoración. ¿Claudio Cepeda? No le pregunto. Ya encontraré una banca donde leer tranquilo. |