Dedicar unas palabras a las mujeres del futuro es siempre una aventura. Ellas pueden ser amantes, mujeres, hijas o damas de paso, con una fachada cualquiera no dejan de ser mujeres divinas; pueden ser madres o hermanas fortuitas, amigas letales, vecinas alegres o adversarias temibles. Eso no importa, en todo caso sigue siendo una aventura. Que se puede decir de mujeres valientes que aguantan familias. De mujeres guerreras que cargan fusiles, llevan empresas y ganan litigios. Damas tan fuertes que llevan tormentas. Cualquier cosa que se comente sobre ellas no paga la prisa de sus presencias en nuestros mundos. Ella la bella, ella la hermosa, ella la tierna, ella ruda, ella noble, ella verduga, ella la mala o tirana, ella obediente, ella estudiosa, eso no importa, vista en sentido amplio es el ángel de la creación. Permite la vida, permite el amor, permite el deseo, permite el aliento salvador cuando a su alrededor todo se pierde; y también acepta el dolor, el parto, la trampa, la astucia, el secreto, permite y da alimento vital en las almas. Mujer adornada por la fragilidad y la ternura amamanta la especie, salva la vida, burla la muerte. Pobre de aquel que siendo bebe no haya probado un pezón materno. No hay otro sitio del cuerpo de una mujer donde se pueda reflejar el máximo amor, la entrega total. Por eso, ahora y siempre viva esa mujer del futuro, que se mantenga su encanto, que se agigante su aroma. Esas mujeres que tendiendo la mano abrazan el afecto de lo que palpita en esencia, no pueden ser explicadas por palabras o cuentos, su presencia esta más allá de lo cotidiano, su inmortalidad supera con creces cualquier encanto celeste. |