El aire saturado de un virus, un virus que insaciablemente ataca sin pudor y sin remordimiento todo mi cuerpo, mi alma, mi corazón; trato de combatirlo, pero no puedo luchar más contra él, ha vencido y de mi vida se ha apropiado. Que desesperación que mi alma ya no vive libremente, el dolor la cautivo, no puede ser libre.
Nunca supe de la existencia de este virus o nunca lo vi como tal, pero es que nadie se le ha ocurrido la invención de una vacuna contra él. Éste te hipnotiza, paraliza todo en ti, entra por los ojos y se va directo al corazón. Él desprotegido y con una herida que aún no cicatriza por completo...
decae...
agoniza...
tu mente se aleja, no piensa más...
Este maldito virus me está matando, destruyendo todo mi ser. Muchos dicen que el olvido es el único remedio, pero lo malo es que no quiero olvidar... entro a la decadencia. Muero... muero en la soledad, por las manos del dolor, un dolor tan amargo, que me absorbe, me reprime, me cambia, ya no soy yo... he cambiado, he dejado de ser la de antes...odio éste virus, odio pertenecerle, a veces odio su recuerdo, su presencia, odio la nostalgia que provoca mi, dios extrañarlo... pero sobre todo... Amo a quién me contagió...
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