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Escuchar aquella voz que me hablaba por el auricular, me hizo reflexionar. La producía una mujer que no conocía, más bien presenciada la tenía.
El término ilusión abarcó el punto central de la conversación.
No ilusionar a una persona puede que sea lo mejor, más cuándo sabes que te vas a ir muy lejos y que no hay marcha atrás.
Me habló de la posibilidad, según las estadísticas de su pensar, que no intentará prometer algo que haré desaparecer en algún futuro - en ésta situación- , muy cercano.
Tiene la razón, no lo puedo negar. Lo que no logro entender es la forma en que me lo dijo.
“Me preocupa que la lastimes. Es muy sensible, tú mismo lo has dicho, y no quiero que la hagan llorar porque sus lágrimas me duelen. Yo la quiero mucho…”
Me impresionó cuándo me di cuenta de que si me lo decía es porque de seguro sabía que de la persona que estábamos hablando estaba sufriendo un mal necesario, que es el amor. –Pero lo mismo me pasa a mí-. Estoy enamorado, lo sé. Pero no es justificable para la noble causa que llevará a mi vida muy lejos, eso si me apresuro a recorrerla.
Seguí escuchando la voz que parloteaba, muy decididamente a querer convencerme con mensajes ocultos que si de verdad la quería, no la ilusionara tanto.
Claramente es mejor decirlo. Sé que tengo tiempo para quedarme con ella, e intentar privarme de los porvenires que me esperan. Pero aunque suene muy déspota, esa es la verdad. Por un lado, quiero desaparecer y aparte de disfrutar quiero superarme y ofrecerle algo a mis hijos, para que se enorgullezcan cuando grandes estén.
La voz que me hizo reflexionar, me puso a pensar.
-Es verdad que la quiero y que existe la posibilidad de pasar el resto de la vida con su compañía, pero aún soy muy joven y no tengo nada que ofrecerle, más que amor necesario. Y eso ahora ya no es suficiente. Desgraciadamente los tiempos han cambiado súbitamente. Y aunque desee quedarme con ella no podré. Una porque en la Universidad todo cambiará, evolucionaré y me superaré. Y dos porque en realidad no sé si es amor verdadero, si logra superar la barrera de la distancia y el tiempo lo sabré. Pero, si no lo logra, ¿Qué haré? Hace unos instantes la mujer que me hablaba me adjudicaba que la estaba ilusionando bastante y que la haré sufrir porque piensa en la posibilidad de que ya no regrese y que la dejé con la ilusión en la vida.
¡Díos mío! ¿en qué situación me encuentro?. La estoy ilusionando, y bastante. Y sé estando aún aquí que ya no regresaré, aunque la quiera bastante, aún así no pienso regresar, es mi ego el que me lo exige, tengo muchos planes en mi futuro.
Ohh! Pero que egoísta soy, porque no me doy cuenta de los planes que ella está haciendo conmigo. Y los desconozco. ¿Qué clase de pareja soy?
La relación que he llevado con ella, ha circulado en el mundo del sexo y de la buena compañía, de los ratos juntos divertidos o aburridos, atados por algo superior al amor, la amistad y la unidad. Las experiencias que he tenido con ella es suficiente motivo para que me quede, e intente vivir la vida con ella hasta que el mismo destino nos separe, y no otra cosa.
Mientras escuchaba la voz que me hacía flotar, escuchaba una más, la de mi ego, a parte de un llanto que producía alguien que me acompañaba. La que se producía por el teléfono insistía con manera razonable establecer en mí nuevas tendencias. La que sonaba proveniente de mi ser daba razón a lo escuchado con cierto desagrado, a la vez me hacía pensar que estaba equivocado, que casi los dos años de relación han sido tan vanos, tan crueles y sin motivo. El llanto producido por la mujer que me acompañaba me mostraba la realidad ante los ojos.
Soy el culpable de encontrarme en ésta situación. Haber creado un mundo de sueños y esperanzas en mi novia y darme cuenta de que su hermana ya tenía mucha desconfianza de lo que yo decía. Mi ego me hacía pensar en que no lo sintiera Mi corazón y mi amor, me sostenían a la imaginación de que quedaré con su rencor. Mi alma que muy negra es, me suplicaba que dijera que no la quiero. Mis recuerdos me decían: ¡Qué mal te has portado! El llanto me suplicaba que era necesaria la situación. El tiempo y la verdad me demostraban que no resistiría.
Dicte la sentencia. ¡culpable!
¿De qué?
De ser un hipócrita y jugar con los sentimientos de los seres humanos y fingir un amor inexistente.
¿Por qué crees que no existe?
Porque soy tu conciencia y lo sé mejor que tú…

Texto agregado el 19-10-2009, y leído por 113 visitantes. (0 votos)


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