Marchando por la calle comienzo mi historia, ¿marchando digo?, es que camino muy rápido, mientras camino soy preso de mis pensamientos y cuando me libero ya he llegado a destino, bastante practico, cuando se va solo, si llevo compañía resulto ser desagradable. Bueno pero este no es el tema, seguiré caminando, llevando mi mente a viajes de alta velocidad, donde soluciono crisis económicas, guerras y hambrunas y los infaltables problemas del corazón.

No siempre camine por estas calles, antes de llegar a estudiar aquí solía cruzar mi ciudad tan solo con cerrar los ojos. ¿Exagero?, si, la verdad es que si, dada un par de pestañeos antes.

Aquí en Temuco tardo mucho mas, las calles son más largas, la cuidad más extensa, eso da mucho tiempo para pensar. Desde un problema matemático, cuestión que no solucione nunca, hasta el problema que hasta hace poco dominaba mis pasos, el amor por ella. Cosa muy rara.

A pesar de venir de lejos por fortuna o simplemente como tragedia de lo que yo llamo, mis decisiones, las cuales tienen sus repercusiones en el camino que forjo día a día, a esta chica la conocía hace mucho tiempo, años, le tenía un cariño de esos que no se pueden alimentar por las circunstancias medidas en este caso en kilómetros, era un cariño amistoso, jamás llamo mi atención de otras formas, aparte de ser guapa, hermosa mas bien, no me limitare en estas letras, como no me limite jamás a comentar mis sentimientos. Pienso yo que cuando uno siente cosas tan lindas es negativo negarlas al viento. Continuando mi relato, ella era bonita, simpática y con una personalidad llamativa, no era una chica común, sin embargo siempre la vi como una niña, a quien daban ganas de cuidar, hacer cariño y dar consejos.

Resulto que por gracia de Dios o por broma del diablo llegue a Temuco a estudiar, y mi compañera y única conocida en la U en un comienzo era la chica de quien les hablo. Como solo ella pudo hacerlo, llamo la atención de gran parte de los hombres, por supuesto me excluyo de tal mayoría, por el momento. Es ahí cuando empiezan los comentarios, cosas lindas, otras vulgares para referirse a ella, cosa que yo en mi auto otorgada facultad paternalista no podía permitir. Me encargue de callar bocas y dejar tan en alto a esta chica como creía yo merecía estar.

Esto me causo otro problema, ligaron falsamente mis sentimientos a ella. Yo claramente lo negué, estaba seguro que no era así, que jamás seria así, que era una niña, no me gustan las niñas; o sea, jamás en esta vida, decía.

Como popularmente se dice: “Quien escupe al cielo el gargajo de la cara no se lo quita nadie”. Dicho y hecho, entre tantas bromas y comentarios, esto sumado a mis negaciones rotundas, empecé a verla como jamás quise, ya no podía ocultar a mi razón lo que era visible a todos. Comencé a pensar en ella, a mirar su rostro y suspirar, a temblar al hablarle. Síntomas claros de que algo estaba pasando, fue cuando le declare la guerra a la parte de mi que siempre me domina, claramente no es la razón.

Le mentí a quien tuvo la decisión de preguntar, le mentí al espejo, negué los sueños, fingí no sentir sus labios en cada parpadeo, las caminatas ya no eran suficientes, tuve que recurrir a mis viejas amigas, que no se malinterprete, me refiero a las liberadoras y sabrosas letras. Si no podía decirlo, podía escribirlo, cerrar los ojos un momento ver su mirada frente a la mía y decirle a mi retrato mental de ella por lo que estaba pasando. Escribía, guardaba archivos, los leía y los borraba; una extraña rutina de aceptación que entre desesperación y cansancio emocional se perdía nuevamente en la negación.

Las letras, las caminatas, los amigos no contuvieron tal explosión de sentimientos. Solo quedaba una cosa por hacer. Me mire al espejo, la vi junto a mí y les dije, a ella y a mí, la quiero, te quiero, en voz alta, creo que grité. Ya era el momento, no había cabida para dilatar mas nada, me comí el miedo, lo planeé todo aquel día, la llamaría, le diría “debo hablar contigo” y mil cosas más pensé, pero estaba claro que planear no serviría de nada, lo que dijese nacería en el momento y cualquier guion por muy estudiado se rompería ante el temblor en mi cuerpo.

Obviamente no fue tan lindo como proyecte, tampoco iba tan mal llevada la situación, mi único miedo era perderla, no como mujer, pues no la tenía, ni tampoco deseaba tenerla.

La llame a un lado, le dije sonriendo, temblando de miedo y nervioso que era ella la persona que me gustaba, no fui capaz de usar el “te quiero”, me pareció apresurado e intimidante. Le comente mi conflicto y mi intención. No quería intentar algo pues estaba luchando contra esto, idóneo hubiese sido que me dijera que yo también le gustaba, pero eso ni si quiera en mis sueños sucedía, no estaba en mis humildes proyecciones, por lo cual me propuse el objetivo de luchar contra el sentir, de no perder lo que teníamos antes de que yo tomara otro camino. Increíblemente reacciono bien, sin rodeos me dijo lo que a priori sabia, no estaba interesada en mí, pero que no pondría en duda nuestra amistad, lo cual me llenaba de satisfacción. Yo había cumplido conmigo y creo que con ella también y ella lo había entendido y no me había quitado la amistad que tanto aprecio.

Seguí mi camino, mis pasos se calmaron un tiempo, mas no pude dominar nada, la pelea era constante, era yo contra mil latidos que querían correr por las calles, mojarse en la lluvia, buscar salidas, respuestas, una solución y una fórmula para darle el triunfo a la perseverancia.

¿Qué paso con ella?, no me habla, no me mira. ¿Yo?, no existo.

Esta lucha no ha sido fácil, hoy creo tenerla dominada. No ha salido a flote últimamente, pero aquí estoy, escribiendo, prisionero de mi necesidad por soltar al papel, en este caso digital, cualquier vestigio del sentimiento.

Camino.