Nací cuando el tiempo de muerte
ya acababa,
cuando la sangre
formaba costras
por las calles.
Cuando los llantos de las viudas
apenas se oían
y los muertos eran fotos
colgados de cuellos
llenos de arrugas.
Viví y me crié
en seudo-libertad,
mutilada por la metralla,
amenazada por el fusil.
Amigos se criaron
sin padres o madres,
o lejos donde nadie
escuchara sus voces.
Otros vivieron siempre
abrazados en cristalino
y purpúreo mundo,
alejados del rojo miedo.
Ya no me importan los bandos,
ni lo que pensara o piense,
las culpas eran y son de todos
y de nadie, del que quiso,
y del que hizo,
del que negó,
luchó o se refugió.
Elegir me queda,
rogando porque mis hijos
no conozcan lo que otros
ya han vivido
o perecido,
y donde una intolerante
rueda de la fortuna
decida su destino.