Siento el seso hecho puré. Tus palabras todavía acarician mis tímpanos, pero son solo memorias. Tus mentiras todavía pellizcan el puño que palpita dentro de mis costillas, y después de tantas explicaciones de entre tus dientes chuecos, no entiendo tus razones.
Ayer vi una película, y no me gusto.
El jueves no importa. El viernes hice lo que quería hacer, pero no lo que debería de haber hecho (tiro el cigarro al piso, y prendo otro).
Mientras camino por el pasillo, arrastro el hombro en la pared y me pego en la cabeza en intervalos; 2 cada 5 pasos, dejando 3 pasos libres. No lo puedo dejar al azar, dependo de estas pequeñas manías para creer o sentir que soy libre y puedo decidir.
Mi mama siempre decidió por mí, dejándome en una relación de amor/odio. Te resiento vaca vieja, y me da mas coraje reconocer que te quiero mucho.
Dudo de todas mis decisiones. Mi primer instinto es pedir ayuda, mi segundo instinto es recordarme que yo puedo solo y no necesito a mi mami, pero entonces dime dientes chuecos: porque lo que es para mi un paso a delante para ti es una terquedad machista.
No tienes el derecho.
No tienes el derecho de decidir que es importante o no. No tienes el derecho de pizza. No tienes el derecho de cine. No tienes el derecho de la prioridad. No tienes el derecho de tratar de comprenderme una vez que ya estoy ebrio de coraje.
Me gustan los converse blancos de botita. Me encanta el olor de mi chamarra de piel. Me gusta tomar café por las mañanas.
¿Oye disculpa, te gustaría ir al cine conmigo? No te preocupes, no trataré de tomar tu mano hasta que apaguen las luces. Probablemente en media película te diré algo al oído, solo para oler tu pelo.
Te aviso porque no quiero sentirme como un depravado atrevido. Una vez me hicieron sentir así; desde entonces tengo miedo de que piensen eso de mí. Pero es tu mano la que esta en mi pierna. ¿La quito? ¿Hago algún comentario acerca de que podría ser impropio, solo para que veas que te respeto? En realidad no quiero, me gusta que toques mi pierna. En realidad quiero que acaricies mi pelo, mi cuello, mis labios, pero aun no estamos ebrios como para culpar al alcohol de cualquier atrevimiento que pudiera ser rechazado.
Tengo que hacer tarea, ya me voy. Me despido de ti con un beso, gentil, lento y cerca a tus labios. Así, al retraer mi cuello de tu mejilla puedo ver si estas apenada y sonriente. Es como oír el timbre del microondas avisándote que ya están las palomitas.
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