| 
 
 
 
 
 He pensado en varias formas
 de nombrar al amor,
 entender sus texturas,
 atrapar en palabras
 el raro instante en que aparece,
 el prolongado tiempo que vive,
 he imaginado que un niño feliz,
 riéndo de si mismo
 se acerca a la idea,
 sus ojos cerrados,
 la luz que ilumina su rostro,
 me traducen el enigma,
 quizá un rayo de besos estallando
 sobre un árbol de begonias
 diseña bien el credo,
 pienso en raíces y estambres
 abriéndose de labios,
 hablando mis palabras,
 me cautiva la idea
 de unir el polen de araucarias
 con el nombre de las azucenas,
 no poseo imagen clara del encanto,
 quizá me muestre un prado de aralias,
 tornasoladas por la lluvia,
 o, quizá, un árbol desnudo de hojas,
 vestido de amaranto,
 todo eso pienso,
 hasta llegar a tu amor,
 tacto sus formas,
 el aroma de alteas que camina,
 el color de las azucenas que viste,
 los besos que estallan,
 los estambres que multiplica,
 y digo,
 no hay forma de entender mejor
 la infinita sonrisa del niño,
 o el crecimiento de la felicidad
 que desnudando tu cuerpo,
 anidando en tus senos,
 sonriendo a tus besos,
 mi confianza, la tuya en la mía,
 tu soledad extinguida,
 mi mano enredada en tus dedos,
 me enseñan la a del amor,
 la zeta de mi esperanza,
 es contigo, sólo contigo,
 que se viste mi soledad
 de estalactitas rodando
 por el universo,
 es en tus ojos,
 que los amarantos existen,
 los mares son azules,
 y mi tiempo se hace minuto,
 se integra el niño que me habita,
 se ciñe a tu nombre,
 me conduce a tu siglo,
 es en tu regazo que
 mi piel florece,
 es en ti que me comprendo,
 soy el amor, en tu sonrisa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 |