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Una hora y media y aun no puedo levantarme, tumbado boca arriba, en la oscuridad se aprecia mejor el matiz del cielo rojizo.

Una oscura rata se acerca y olfatea mi rostro sudado, puedo sentir sus bigotes acariciando mis mejillas, no he podido pensar en otra cosa que en este maldito callejón húmedo que me engulle a cada débil latido, me estoy muriendo.

Me desangro, el corte de mi espalda dejo de doler hace como diez minutos, mis extremidades están congeladas y el hormigueo de mis piernas sube poco a poco a mi abdomen.

Siempre me considere muy precavido para andar para andar en la calle, pero al parecer hoy no fue un día de suerte, al fin y al cabo vivo en el paraíso de la delincuencia, aquí tener suerte no es suficiente.

Estoy delirando y sin embargo muero por un cigarrillo, me apago lentamente. La rata husmea mi chamarra – A menos que fumes no encontraras nada que te interese – le digo burlonamente al roedor, el cual sin prestar atención igual que un niño mal creado, comenzó la ardua labor de extraer la cajetilla de mi bolsa y a morderla, después de decidir que el tabaco no era lo suyo abandono la cajetilla sobre mi pecho y canalizó su curiosidad a mis pies descalzos.

Quien iba a pensar que terminaría tan patéticamente, yo creí que moriría de enfisema pulmonar siguiendo la sagrada tradición de la familia, mi madre lo había predicho – hay mijo sigues los mismos pasos de tu padre- dijo mirándome como un mártir ensangrentado y unos meses después murió, tal como mi bis abuelo, abuelo y mi padre lo hubieran hecho en su momento, en fin, solo quiero un cigarro mas.

El roedor a comenzado a romper mis calcetines haciendo aun mas indigna mi partida, me han dejado sin nada, hasta el encendedor se han llevado, solo me dejaron los marlboro y una puñalada en la espalda, hijos de puta.

A lo lejos unos pasos, cortos, ágiles, dudo que sea un vagabundo, a menos que le guste usar zapatillas, tal vez una prostituta. Espero que ella me pueda dar un cigarrillo, ojala se apiade de un moribundo.

Se acercan los pasos, por entre mis pies puedo divisar, pobremente, una silueta, al parecer de mujer, no muy alta, sigue acercándose, parecer una señora de cincuenta años y mi corazón comienza a latir un poco acelerado, se acerca a un farol y mi corazón salta de mi pecho, es mi madre.

-¿Mamá?- mis ojos vidriosos se abren ampliamente.

-Mira como te han dejado- dice ella con los mismos ojos piadosos de una imagen religiosa.

-¿Tu aquí?- mi cabeza estalla en incredulidad, pero ella esta ahí parada con la misma pose, sosteniéndose las manos sobre el vientre- Es imposible-.

-Siempre fuiste muy distraído, si me hubieras hecho caso, siempre te advertí del peligro de la calle- decía mientras fumaba un cigarrillo - Ay Pablito- me dice sacando el humo por la boca.

-Me estoy muriendo- sollozo mientras ella tira el cigarrillo, el cual cae cerca de mi cabeza.

-Ya no fumes mijo vas a terminar como tu padre- me dice pisando el cigarrillo del suelo- Cuídate Pablito- y sin mas se alejo.

Cerré los ojos, dejando caer lágrimas que llegaban al piso. Al abrir de nuevo los ojos un hedor golpea mi cordura; un vagabundo se acercaba sigilosamente extendiendo su brazo para alcanzar la cajetilla de mi pecho.

-Por favor- digo mirándolo fijamente-Déme un cigarrillo.

El volteo rápidamente, paresia asustado, tomo la cajetilla, las manos le temblaban arrítmicamente, saco dos cigarrillos con su calluda mano, los puso en la mugrosa boca hurgándose los harapos y sacando una cajita de cerillos, enseguida prendió los cigarros después del segundo intento, acerco la mugrosa mano a mi boca y puso el cigarrillo prendido.

-Garacias- dije sosteniendo el cigarro con mis labios.

De un salto felino el vagabundo se levanto y comenzó a correr despavorido a lo cual no preste atención ya que disfrutaba el humo que aspiraba del cigarrillo sacándolo con un suspiro aliviado casi extasiado- Gracias Dios-.

A lo lejos un sonido de sirena, destellos azules y rojos sobre las paredes del callejón, es una ambulancia, con un chirrido de llantas se detiene justo frente ami, dos hombres bajan, mientras tratan de auxiliarme cierro los ojos y todo se vuelve oscuro solo dos sonidos inundan mis oídos; el sonido del cigarrillo consumiéndose en mi boca y la voz de mi madre ( cuidate pablito). Los paramédicos por fin me suben ala camilla y uno de ellos acerca su mano a mi rostro para quitarme el cigarrillo, hago mi cabeza a los lados esquivándola diciéndole con la mejor sonrisa de la que soy capaz.

-Mañana mismo dejo de fumar-.

Texto agregado el 18-10-2009, y leído por 136 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-11-2009 wEnOOO, CoMO hAs EsTaDoO?? TeNgO mEsES sIn SaBer De Ti... esPeRo TenEr uNa ResPuEsTa jIji. BeSsOs. ((NeKo))* neko_girl
30-10-2009 Mañama mEsmo. Bueno coño. Zambombo
20-10-2009 Tu cuento tiene una idea increible....Potente a cagar...peroooo!!! Tienes unas faltas de ortografía y errores de redacción que dan ganas de suicidarse XD!! Arregla tu cuento...releelo...de verdad la idea es precisa...me ha gustado tremendamente ...mis * Toxica
 
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