He llegado a este punto ’caminado’ un sendero lleno de sombras, y para ‘alumbrarme’ creí ‘encender’ algunas ‘luces’, cuando otras estaban ya ‘encendidas’.
Las que encendí, algunas parecían ser de 3 vatios, otras de 5, 7, 9, 10,… y muchos más.
En realidad, todas las lámparas siempre han estado encendidas. Sucede, que además de aquellas que casi no alumbraban por poseer poca energía, algunas tenían varias capas de polvo.
Algunas lámparas, al acercarme a limpiarlas, reaccionaban poseídas por una legión de demonios; otras, aunque se quedaban ‘quietas’, no asomaba la luz de su interior debido a tantas capas de tierra y lodo que tenían.
Las luces son mis semejantes que en reciprocidad me ayudan con palabras y actos a despertar la conciencia de las cosas e iluminar con ello mi camino. Algunos son rejegos y no permiten la Luz. Otros, ni siquiera se dan cuenta del verdadero sentido de estas palabras. Pero en todos los casos, la Esencia que radica en su interior, siempre está encendida. Sólo falta mover el interruptor para reflejar la Luz hacia el exterior. Los demonios son los egos que impiden destapar la Luz.
De lo anterior se deduce que todos somos espejo donde la Luz se refleja. Tú me alumbras, yo te alumbro. Tú me enseñas, yo te enseño. Es una interminable cadena de sucesos. Es la Ley de Causa y Efecto.
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